Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 21 de enero de 2021

Comentario sobre el incipiente gobierno de Biden

 Es un progresista liberal, de fe católica en un país mayoritariamente protestante, y es capitalista, o sea, que da para ilusionarse poco, pero la crítica tiene que recontar bien la política obrera y la popular, porque la democracia, en teoría, es el gobierno del pueblo, lo cual, aunque no sea tan así en concreto, algo de verdadero tiene. En particular habría que saber qué porcentaje de la sociedad estadounidense es socialista y, dentro de eso, en qué líneas internas se subdivide, con sus subproporciones y discernido por clase. Se supone que la democracia es el gobierno del pueblo, pero eso, por un lado, no garantiza que el gobierno sea bueno, porque el pueblo puede no serlo, y además está el capitalismo de por medio, al que el pueblo sostiene en cierta medida, con algo de buena razón, pero no la suficiente, por lo que la historia termina en que el sistema funciona mal. No es que haya que abandonar el capitalismo, es decir, la captura como método de apropiación, pero sí medirla bien, y eso depende de la ideología de la sociedad. El socialismo y el comunismo serían capitalistas, pero tendrían la captura mejor resuelta, no con la hipertrofia y la explotación actuales.

 En particular, hay que analizar la opinión pública respecto de los temas más importantes de la política, para ver cómo se posiciona el pueblo respecto a los asuntos históricos y a las medidas del gobierno para atenderlos, lo que nos permitiría entender mejor las presiones que haya al respecto, pero eso se tendría que completar con la crítica de las exigencias de la superestructura, en especial las del empresariado alto y, en segundo lugar, las de las fuerzas armadas y la prensa.

 Al respecto de la guerra en Medio Oriente hay que tener en cuenta los intereses de la industria bélica estadounidense, que presionan para que se compre el armamento que fabrica, que se combinan con la intención de instalar ahí democracias multipartidarias, lo que tiene su legitimidad pero no alcanza para justificar las intervenciones, que son peores que las dictaduras que combaten, las cuales, además, fueron y son progresivas, sino también republicanas, en el sentido de que son independentistas, de la colonización europea, o antimonárquicas, es decir, que se debiera buscar la apertura hacia regímenes electorales plurales por medios pacíficos, por lo menos en general, aparte de que éstos debieran tener leyes supremas igualitarias. Habrá que ver si la política de Biden para las intervenciones militares estadounidenses es peor o menos nociva que la de Trump, y exigir que se la modere lo suficiente, aunque eso no alcance para pacificarlas tanto como debiera ser, porque ni el gobierno ni el país están predispuestos para eso. Una cuestión más al respecto es que no se visualiza bien el lugar de las religiones en la contienda, además del tema del petróleo, que es una causa importante para la invasión a la que el gobierno estadounidense no reconoce como tal. Se justifica en valores nobles y encubre los mezquinos. Otro tema, vinculado al de la democracia polipartidaria, es el del dominio geopolítico, que tampoco es admitido como causa del ataque. El tema religioso es importante porque los pueblos buscan sus valores identitarios en las religiones, que les explican su lugar en el mundo, lo cual tiene su peso en la generación de los enfrentamientos bélicos. La guerra en Medio Oriente es multidimensional, por lo que hay que reconocer bien a cada dimensión y a sus interacciones.