Como las vacunas no tienen el 100% de efectividad, después de vacunarse habrá que seguir con las medidas preventivas conocidas, pero, si la población aprendiera a autodiagnosticarse de forma segura, podría relajarlas por comprobar en sí misma la protección que adquirirá. Eso podría aplicarse con pocos problemas en la gente que no está en el grupo de riesgo, pero para hacerlo habría que poder distinguir bien los síntomas del contagio leve, para saber si cesan a partir de que la vacuna surta efecto. Para la gente del grupo de riesgo habría que priorizar el análisis de anticuerpos.
Como el grupo de riesgo es aproximado, es decir, que puede haber gente que pertenezca a él sin que se lo haya reconocido, como la desnutrida, a la que le pueden faltar anticuerpos por carecer de las sustancias necesarias para producirlos, debieran haber excepciones en los estudios de sangre, para que la gente en duda pueda acceder a ellos y, si los estudios fueran fáciles de hacer, y baratos, se los podría ampliar más aún.