Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 7 de enero de 2017

Para la generación de puestos de trabajo buenos

Es necesario superar la dependencia de los megaemprendimientos para la generación de puestos de trabajo, porque ellos tienen varias contras: requieren de una alianza con el capital alto, traen mucha corrupción, violentan a las localidades en que se emplazan, son antiecológicos, inmorales, explotadores y así. En ocasiones, si no se pudiera resolver la necesidad social de una obra grande mediante otra forma, cabría asociarla a este capital, pero tendría que ser con participación y control social. Así se le reduciría su mala influencia política y social. Para crear puestos de trabajo útiles, y los de los megaemprendimientos no siempre lo son, ya que los hubo vanos, y sustituibles mediante alternativas, hay toda una serie de tareas necesarias que fueron desatendidas por el ciclo progresista actual, y que son las de la urbanización de las clases precarizadas, que necesitan o bien la instalación o bien la reparación de bienes básicos, como las viviendas, los muebles y los electrodomésticos, y además están los del espacio público, como las calles y veredas, y los automotores, y el control de las plagas. Atender a cosas así permitiría generar empresas cooperativas de los gremios de la construcción a las que las personas pobres podrían acudir para conseguir albañiles, plomeros, gasistas, electricistas, pintores, carpinteros, técnicos en electrónica, poceros, cloaqueros, herreros, vidrieros, techistas, mecánicos y demás, lo que podría ser financiado en parte por el estado y en parte por los contratantes particulares, y según lo que pudieran pagarles, y eso podría ser gestionado bien por empresas sociales o bien por organizaciones movimientistas, para lo que habría que vencer el prejuicio que supone que adjudicarle una obra a una empresa privada es bueno, pero no a una organización política, adjudicación que también tendría que tener control social, como una auditoría, si hubiera interesados en participar en ella.

Otra cosa importante para tener en cuenta es que los subsidios a los desocupados no mantienen a gente que no trabaja, sino a alguna que realiza tareas domésticas, y otras labores no remuneradas.

Emprendimientos así tal vez serían más lentos que los de las empresas privadas, pero hay que tener en cuenta que el capitalismo es ineficiente en materia social, por lo que concentra sus energías en la producción de capital, en lo que no se lo puede superar, porque es experto, pero también estaría mal superarlo, ya que esa lógica desestima la socialidad del trabajo, que nos es útil a las personas porque nos sirve para superar la soledad, y así como aquellas tareas hay muchas otras tantas, de esas y otras índoles, como las de jardinería, recolección de basura, cuidado de niños y ancianos, vigilancia vecinal, ayuda a conflictuados y así. Más a la larga eso tendría que ser superado con la autorganización social, pero por ahora eso está impedido por la forma de gobierno pautada en las constituciones.

Para estos trabajos se tendrían que utilizar los métodos y elementos ecológicos, y propender al uso de herramientas simples, salvo que no fuese posible, aunque la labor se haga más larga. Habría que valorizar la ralentización de las tareas, y criticar la contaminación sonora de la maquinaria, entre otras cosas.

Hay otros tipos de tareas que se podrían incluir en políticas públicas así, como lo son las del apoyo escolar, la enseñanza de informática, la reparación de las prendas de vestir, la cocina y el lavado de viviendas, utensillos de cocina y ropa. El asunto podría resolverse con una combinación de subsidios a las tareas domésticas y contratación de empresas pequeñas, ligadas a las organizaciones políticas o no, para realizar tareas vecinales que no estuvieran cubiertas por los municipios.

Por otro lado, está la cuestión de la reducción de la jornada laboral, que incrementaría la cantidad de puestos de trabajo, y que se puede lograr mediante una reforma legal subconstitucional, aunque los empresarios se resistieran, cosa que harían no sólo porque les mermaría sus ganancias, sino porque el régimen de la propiedad privada de los medios productivos mayores les acarrea jornadas laborales muy extensas, desde que se levantan hasta la noche, por lo que les resultaría injusto que sus empleados trabajaran más o menos la mitad del tiempo de lo que lo hacen ellos, aunque ellos se queden con el plusvalor, y algo de razón tienen, aunque sea parcial: lo que pasa es que para solucionarles su problema habría que reformar las constituciones, que son las que establecieron al régimen de la propiedad privada de las empresas, y ni ellos quieren socializarlas, salvo excepciones. O sea, que habría que combinar al reformismo que permiten las constituciones con una crítica social que sume fuerzas para la reforma constitucional. La reducción de las ganancias empresariales aparejaría una disminución en la inversión trabajista, pero no tanta, porque el grueso de las ganancias se aplica a la especulación financiera y a la fuga de capitales, así que podría ser suplida con el control de los capitales, los impuestos a la especulación y a las ganancias y riquezas altas, y con subsidios estatales al empresariado: eso puede hacerse dentro del marco legal vigente.

Una cosa más. Yo me pongo insistente con que la crítica a la religiosidad tiene que ser socializada, porque los actores económicos, a los que se les dice que son pecadores, que tienen la culpa de esto o de aquello, que tienen que reprimir sus impulsos naturales, y tantas otras cosas así, y cuando no lo hacen los castigan, quedan frustrados, y mal predispuestos para la actividad económica, y eso, más en general, se replica en toda la práctica humana, que queda degradada por el malestar dado por las malas categorizaciones religiosas, y lo mismo vale para las maldades socialistas.