Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 24 de enero de 2017

¿Qué proteccionismo debe ser?

En tanto que las relaciones internacionales adquirieron escala planetaria, el proteccionismo es relativo: es el proteccionismo de la mundialización capitalista. El internacionalismo, como sistema de naciones articuladas de facto, en colaboración y competencia simultáneas, persistirá, así que el tema es el de definir qué proteccionismo debieran adoptar los estados nacionales para que la competencia no arruine a las empresas menores, sean medianamente o poco capitalistas, o sean de subsistencia, ya que de ellas depende la mayor parte de sus economías. El gran capital concentra los negocios más rentables y sofisticados, pero genera pocos empleos, y mucha corrupción e inmoralidad, tanto como golpismo, así que bien cabría deponerlo según fuera posible desde las políticas gubernamentales. El proteccionismo latinoamericano reciente no lo hizo, sino que se centró en cobijarlo y cobrarle impuestos para la redistribución, con el resultado destituyente en vistas, así que es necesario buscar otro modelo. El proteccionismo no debe ser el mismo para todos los países, por las asimetrías imperialistas y las diferencias coyunturales entre los periféricos, entre otras cuestiones, que son muchas, y además los países imperialistas fueron proteccionistas en general, hacia dentro de sus fronteras, mientras que fomentaban el aperturismo para exportar su producción excedente y sus capitales, a la vez que la importación de bienes primarios, pero hubo excepciones y variantes a esto. Fue un liberalismo proteccionista para con el capital imperialista y relativamente destructivo y sometedor de la economía popular de las naciones, tanto de las centrales como de las sometidas: protegió al capital alto, que es imperialista sin importar en qué naciones esté, en desmedro de las clases populares internacionales, aunque algo las contuvo como respuesta a las luchas sociales. El proteccionismo de los gobiernos progresistas no debe ser capitalista, o debe aminorar al capitalismo, es decir, que debe propender al decrecimiento económico y de las ganancias empresariales, pero de un modo tal que la población esté incluida en la economía, al menos para garantizar la subsistencia, y luego para mejorar la calidad de la vida, porque si se adopta la meta de acrecentar el producto bruto la calidad de vida se degrada, porque queda sujeta a la consecución de aquel objetivo, que en realidad esconde propósitos capitalistas: el modelo de desarrollo proviene de la teoría liberal heterodoxa. Hay que tener en cuenta que gran parte del acrecentamiento productivo no va a parar al beneficio de las naciones, sino a las cuentas bancarias de los capitalistas grandes, que son imperialistas. Por ende, si se aminoran las ganacias capitalistas, el producto se reduce, y eso no aparejaría perjuicios a las naciones, ya que ese capital es vano: no se lo destina a la solución de los problemas sociales, sino a la acumulación, que es fatua. Su carácter positivo es frívolo. A parte de las ganancias capitalistas se la podría mantener, o sería imposible de suprimir en un primer momento, y para las inversiones grandes podría recurrirse al estado, a los préstamos internacionales o a las grandes empresas, pero más que a eso habría que atender a los reclamos sociales sobre los proyectos productivos, y desistir de la producción compleja que pudiera ser compensada mediante la organización social y la economía simple. Si los estados periféricos se desembarazaran del problema de la deuda ilegítima, y ordenaran bien su administración fiscal, alcanzaría para desplegar un programa de apoyo a la economía popular que permitiría mantener a las personas. En particular, se debiera atender a las empresas medianas y pequeñas, y a las cooperativas, y con eso bastaría, pero hay mucho más para analizar al respecto, y mientras tanto socializar los medios socializables, y del modo permitido por las circunstancias, a la vez que se buscara el modo de superarlas, que requiere de la reforma constitucional. Para eso serviría complementarse con las potencias emergentes, según cómo fuera eso, y críticamente, porque tienen grandes males que deben ser reconocidos, y más aún con las naciones menores y del mismo modo. En tanto persistan las identidades nacionales su articulación será crítica, porque cada cual busca beneficiarse a costa de las otras, lo que causa una puja internacional que es una desgracia que debe ser reemplazada por la colaboración, pero para eso los miembros de las naciones tienen que saber medir sus aspiraciones, sobre todo los dominantes, y además porque al errar en eso se perjudican a sí mismos. Es necesaria la autocrítica de la clase dominante, a la que se debe forzar desde la crítica social.