Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 25 de octubre de 2019

Estructura y acontecimiento

Los acontecimientos son cosas ajenas a la estructura, manifestaciones contrarias a su orden, pero suponer que la estructura es mala y el acontecimiento bueno, así sin más, hace equivocar, por un lado porque no todo de los acontecimientos es bueno y por otro porque no todo de la estructura es malo. A la sociedad le viene bien estructurarse, pero la estructura debe ser buena, en tanto que la vigente es entre mediocre y mala, ya que se funda mucho en razones aparentes, que dependen del conocimiento que tenga la sociedad, vinculado a la teología.

En una población de la que alrededor del 80% es teísta, el orden principal es jerárquico, así como el fideísmo de la mayoría causa que predomine el capitalismo vigente, de moneda principal monoteísta. El capitalismo es un sistema fetichista, por lo que deriva del culto de fe primitivo, así como se sostiene en política con votos a los partidos capitalistas. Entonces, el credo y el voto individuales son dos prácticas con las que el proletariado sostiene al capital. Ambos, el credo y el voto, son condicionados socialmente, lo que en algunos momentos depende, como ellos, de la elección libre de cada quien: el condicionamiento social y la conducta individual son en parte libres y en parte coercitivos, de libertad y coerción relativas, ambas con distintas calidades. De ahí que la permanencia y el cambio de la estructura dependan mucho del proletariado, más que del empresariado porque éste tiene un tamaño mucho menor, aunque su mayor sofisticación lo potencie. El capitalismo es un problema para ambas clases, ya que la empresaria no se beneficia de verdad con sus privilegios, en tanto que obtiene un beneficio bastante aparente. El socialismo bien entendido las beneficiaría a ambas de verdad, al suprimir las desigualdades y la mala apropiación, que dependen de que la asunción social de la realidad sea buena porque ella incide en las otras instancias sociales. La clase obrera es la más explotada y la patronal la más explotadora, pero ni la primera es nada explotadora ni la segunda nada explotada, así que la cuestión no es absoluta, sino de mayoría y minoría. Aparte, la obrera es algo patronal y la patronal algo obrera. No tienen una distinción total, pero sí delimitada por la tenencia de los medios productivos, que son de menores a mayores y entre los cuales está el conocimiento. Vender la propia fuerza de trabajo es una empresa, de las que se subvaloran, a diferencia de las mayores, a las que se valora demasiado, hasta la híper-concentración en los casos extremos, que son más de teísmo estricto que de ateísmo refinado. En verdad, la diferenciación entre ambas clases está mal planteada, porque supone que establecer los patrones no es una obra. Asocia la obra con el trabajo más motriz, el llamado manual, y el patronazgo con el más quieto, denominado intelectual, como si los miembros de la clase alta pensaran más que los de la baja y los de la baja se movieran más que los de la alta, cosa que viene de la valoración excesiva que se le hace a lo puro y estable por sobre lo más corporal y dinámico a la que induce el teísmo principal en curso, que no da buena respuesta a la pregunta por su etimología así como sostiene su argumento según la confianza. Se hace una metáfora en que la sociedad es un cuerpo del que la clase alta es la cabeza y la baja el torso, los brazos y las piernas, éstos menos apreciados que aquélla, así como se le da más importancia al pensamiento que a los sentimientos primarios, o a las ideas que a las cosas más compactas, y a los dioses que a los hombres, tanto como se prioriza a la humanidad sobre las otras especies vivientes. Lo inerte importa más que lo vivo porque es la condición para su emergencia, y en ello la luz solar es crucial, aunque dista mucho de ser todo, pero el modo en que de lo inerte sale lo vivo no sucede tal como lo relatan los discursos deificantes. En eso los ateos les llevan ventaja, pero también tienen sus errores.