Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

domingo, 15 de diciembre de 2019

Del fetichismo de la mercancía y la demonización

En el fetichismo de la mercancía los empresarios le ponen valor en pesos a las cosas que venden, así como distinguen entre dios y el diablo. Se repite esa diferenciación, en un juego central que se replica en muchos tópicos. De ahí que a lo abstracto se lo asocie más con el bien y a lo concreto con lo malo, tema nodal en el materialismo y muy presente en la ideología del capital. El fetichismo demonizante que existe en el empresariado, así como el proletario, está asociado a la fidelidad conyugal y se da con el mito de los cuernos durante las infidelidades, como falta a una fidelidad particular, la de la ley inscrita en las instituciones, que se supone representa bien al pueblo. La estigmatización de las relaciones sexuales ilegales se combina con la mistificación vinculada a la ley estatal, que es la que prima en las naciones.

Este fetichismo es próximo al del paganismo de Mercurio, ya que la mercancía se inspira en su mito como dios del comercio, o sea, que trata de uno de los primeros transadores de bienes con monedas, o con pedazos de piedras y metales preciosos. Era alguien que sabía navegar, uno de los primeros mercaderes, en edad joven. Durante el paganismo la demonización existió a la par que la ingestión de animales cocidos y en grandes cantidades, cazados con armas metálicas.

El estigma de los cuernos aplica también para el noviazgo, cuando la infidelidad no es ilegal porque el matrimonio no fue sancionado en las instituciones, pero es ilegítima por el engaño. Más aún, ambas formas de emparejarse suelen ser ilegales si se las evalúa según las leyes polígamas, que son extrainstitucionales porque la ley vigente es de fidelidad monógama. Las leyes marginadas son los principios que guían la búsqueda de justicia para quienes tienen concepciones no oficiales, y no siempre son buenas, o sea, que a la vez que cabe la crítica de la ley oficial también cabe la de la ley alterna. El objetivo es que la ley oficial sea lo suficientemente buena.

La aplicación de este estigma opera de facto, sujeta a reglas que no siempre son tenidas en cuenta con coherencia, por lo que a la gente se la puede calificar de diabólica según muchas cuestiones relativas a nuestra conducta, no sólo la de índole sexual, en general vinculadas al incumplimiento de las normas de la fe principal, que es un cuerpo ideológico algo equivocado, abierto e impreciso.

El fetichismo de la mercancía, así como la polarización entre dios y el diablo, esconde una falsa dicotomía, porque el valor de cambio es un valor de uso, el de la compra y la venta. El uso transaccional es un uso.