Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 7 de diciembre de 2019

La falsa intelectualidad fomequeada

Cuando se habla de la intelectualidad se remite a los intelectuales especialistas, ya que todos los humanos somos intelectuales, e incluso las demás especies vivas también son inteligentes. Es una definición que se concentra en la especialización laboral, como producto de la división social del trabajo, cuyo suceso es aparente porque la unidad de la práctica permanece, aunque soslayada, forzada a enfocarse en una materia y sin realizarse como se la desea, ni siquiera, salvo excepciones, cuando se la desea bien. En los últimos años, la clase de trabajadores universitarios fue sometida al modelo privatizador del FOMEC y el Banco Mundial, el de la reforma educativa menemista, cuyas condiciones para la financiación son las de la adopción de sus maneras, en particular la del dominio social, que redunda en que la paga está sujeta a una sobrecarga laboral exagerada, como parte de las estrategias de la lucha de clases, ya que la gente sobreatareada puede luchar poco, porque le queda poco tiempo y energía después de tanto trabajar, así como el sistema acarrea los deslices de los idearios más hipotéticos, los que se manejan más con supuestos que con averiguaciones. La intención de esa reforma, que se mantiene vigente, era la de someter tanto al profesorado como al estudiantado a los patrones del liberalismo conservador, que en este país era el de Menem, quien asumió prometiendo revolución productiva y salariazo para luego implementar el ajuste privatizador del catolicismo liderado por el capital trasnacional, el financiero en particular, enaltecido desde el mandato de José Alfredo Martínez de Hoz, cuyos objetos distintivos son las boletas. Luego de la dictadura, con las secuelas de ese exterminio social, perpetrado sobre un sector grande de la militancia popular, se dispuso ese orden, con su correlato universitario, que en los gobiernos progresistas se atenúa pero no se extingue, ya que prima la razón constitucional y el liderazgo del capital más privado. Desde la crisis del petróleo, de 1973, se da una etapa de ficcionalización extrema del capital, de mucha pérdida del sentido de la realidad, al haberse descalificado mucho al deber de ser verdadero, subestimado por la ciencia, en la que prima la verosimilitud, o el materialismo teísta, que recalifica a la verdad de forma insuficiente, de acuerdo con el fetichismo mercantil, que es el de los dueños de las empresas, ya que son sus máximos jefes y que suelen ser teístas, siendo que un porcentaje menor suyo no lo es. La lógica de la fe se replica en la universidad como elogio de la ficción, que es lo que finge, lo que aparenta ser algo que no es, cosa en general mala y que es motivada por razonamientos fidedignos, que priman en la ley estatal.