Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 17 de diciembre de 2019

El verdadero dios castigador

Si se toma a la palabra de dios como salida del día, por el sol, el castigo que tenemos por nuestros pecados es el de la radiación excesiva de luz ultravioleta, que hace que en el verano haya que usar protectores solares y ponerse a la sombra, para evitar las quemaduras de la piel, que ya enfermaron a mucha gente y que flagelan a la naturaleza entera, quemando las hojas, secando lugares, lo de la desertificación, y derritiendo glaciares, es decir, perjudicándole la vida a mucha gente no humana, a seres que tienen los genes de las otras especies vivas, todos de creación acuática. El pecado aquí no es la desobediencia a reglas sagradas sino la emisión desmedida de gases fósiles, muy acrecentada en los últimos 270 años y que empezó en la edad de piedra con la quema de hojas secas, que son fósiles vegetales, otros de los cuales se hicieron carbón, así como los restos óseos se convirtieron en petróleo, que es negro como si fuera carbón líquido. Ambos son aceitosos, por lo que combustibles. El aceite vegetal, análogo a la grasa animal, se quema, y a propósito desde que la humanidad empezara a prenderlos por su propia voluntad. Hasta el año 1750 después del nacimiento de Cristo no hubo tanto problema con eso, aunque ya venía despuntando el abuso por la tala de árboles y el manejo del petróleo y el aceite prensado, pero desde las máquinas a vapor, movidas a combustión de carbón, se empezó a emitir muchos gases de dióxido de carbono, que tanto dañaron la capa de ozono como causaron el calentamiento de la atmósfera, casi todo en la superficie terráquea pero ingresante a los océanos y al borde de las capas geológicas. Buscar la solución al problema de los rayos ultravioletas con medidas particulares es absurdo, aunque habrá que hacerlo, por lo que el cese de la combustión mal medida será necesario, así como el de todas nuestras equivocaciones. Como somos una especie muy poderosa, tenemos que corregirnos mucho, ya que nuestro impacto ambiental es único en la historia. Cada cual es único, y los hubo peores, pero tienen distintas importancias, y el actual, que es el nuestro, es el de la cumbre del dominio planetario humano, hegemonizado por una clase potentada pero seguido por sus subalternos, en una existencia conflictiva pero de crítica social insuficiente para que el funcionamiento conjunto del género sea aprobable.