La clase sobrepropietaria se compone de aquellos que tienen más propiedades que las necesarias para vivir bien, que no son sólo los multimillonarios, porque hay millonarios e inferiores en este rango. Su descapitalización, mientras que no se la legisle de oficio, debe ser voluntaria y falible, y de legislársela no cualquier forma sucedería bien, así que tendrá que diseñársele un buen modelo, lo que es difícil porque la humanidad tiene poca buena razón para eso: la mayoría votó por los partidos del liberalismo en boga, que es demasiado desigualante y en que prima el dólar, una moneda de cristianismo protestante, cuando se hicieron elecciones polipartidarias, de padrones nacionales que abarcan en general a la población adulta y a algunos adolescentes mayores, aunque esto con cierta abstención, votos impugnantes y muchas aprobaciones críticas. La apropiación de cada hombre debe alcanzarle para vivir, sin promover un modelo que, de extendérselo mucho, terminaría mal. Entonces, debe ser pequeña, pero no demasiado, y darse en un contexto de ideología bien fundada para que la ley surta buen efecto. Esta descapitalización implicaría que habría menos del trabajo más pesado y más del trabajo más libre, reduciendo así la cantidad de lesiones laborales y bélicas, por restársele importancia a la obtención de recursos naturales para la empresa y a la enemistad política, así como una capitalización de la clase subvaluada, para la que también se deberá decidir un buen método y aplicarlo desde el gobierno, con un pueblo no del todo bien conciente de la historia, que a veces opta por salidas terroríficas, y siendo que las leyes supremas actuales en general la prohíben, o sea, que esta descapitalización sólo puede darse menguada a menos que haya una reforma constitucional, que requiere de derrotar a los ejércitos oficiales o de un consenso parlamentario muy amplio, de como dos tercios de los legisladores en cada cámara, y que sería enfrentada desde arriba de acuerdo a razones políticas y espirituales.