Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Sobre las condiciones laborales de los trotskistas en la contrarreforma argentina

Al siguiente comentario lo escribo a modo de ejemplo, porque lo estuve pensando, de la lógica auto-perjudicante que persiste en el ateísmo como sucedáneo del sacrificio religioso. Es una lógica en la que los ideales priman por sobre la calidad de la propia existencia, por lo que es de mal idealismo, ya que el bueno es el que sirve para vivir. La izquierda suele caer en el mal idealismo cuando se torna fanática.

De aprobarse la reforma laboral macrista el año que viene los trotskistas asalariados, al igual que resto, tendrán empeoradas sus condiciones laborales, lo que habría ocurrido de menor manera si hubiera ganado Scioli, porque su ajuste hubiera sido heterodoxo. Como las masas están retrasadas por su religiosidad, y son engañables porque son crédulas, la izquierda debiera priorizar el avance conseguible, o mismo el detenimiento cuando hubiere peligro de retroceso, pero no sólo por la transformación histórica en abstracto, sino que, más en concreto, y con mayor relevancia, por nuestras propias condiciones de vida. La política socialista debe ser bien pragmática. Las masas pietistas son fáciles de manipular cuando se les simula aplicando los modales tomados por buenos por las concepciones religiosas, con sus demostraciones de buenas intenciones, de deseos candorosos, de sanas esperanzas, de comportamientos adecuados y demás, que ocultan a su contracara inmoral, por lo que, cuando ésta se descubre, aquéllas reaccionan furiosas, sin cuestionarse tanto que hubieron aceptado formalidades mal intencionadas, es decir, que se dejaron manejar mal.

La izquierda debiera adoptar una política de vanguardia que se base en la predisposición gubernativa de las masas, para lo que, a la vez que criticarle bien las faltas a la gente más simple, y exigirle lo que pueda de lo que sepa que cabe, la apoye en su progresividad limitada. Es la única forma de forzar bien la transformación social. Dentro de ese marco hay muchas variantes a adoptar, que dependen de la calidad de la coordinación de las fuerzas populares y de la crisis de la elite, es decir, de las clases nacionales en relación con las extranjeras. Eso le facilitaría la vida a las y los trotskistas, y a sus aliados potenciales, a la vez que les permitiría triunfar más y ordenar la lucha de acuerdo a las características de las naciones y de sus fuerzas políticas. Implicaría tener que soportar muchos disgustos por parte de los aliados, a lo que se mal denomina “tragar saposˮ, cosa que igual habría que soportar, y de peor manera, si no se aliaran, por lo que debiera operarse una tolerancia crítica a los aliados retrasados, que estarían en posición de superioridad porque representan a la base popular, que es preponderantemente religiosa. El problema de la conciliatoriedad de la dirigencia de las organizaciones populares religiosas debe ser abordado mediante la crítica de las bases que las sostienen, con la política que le corresponda a nivel superestructural.