Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 28 de diciembre de 2017

Otro rasgo posmoderno del macrismo

Su tendencia a la simulación. Esta nota está algo mal, porque el simulacro no es sólo un rasgo posmoderno, sino que hace a la doble moral de las concepciones falsas. Las concepciones falsas generan a la doble moral porque, al no entender bien a la realidad, postulan una ética a veces incumplible, que termina generando que se la sostenga algo en apariencia. La posmodernidad, en cambio, va más allá de la moral aparente, y llega por expreso a exacerbar la impostura. Hace una demostración de la falsedad ordinaria mediante su promoción explícita, y sin sentido crítico: defiende al mal a propósito. Este es un rasgo cínico, que a lo largo de la historia tuvo distintos carices. En el caso de Sade, la exacerbación de la violencia tuvo un carácter denunciante de la que se cometía entonces, que a la vez la replicaba. Fue una denuncia subconsciente, que no sostuvo a la crítica directo y con un llamado explícito a que no se la cometa. La posmodernidad oscila entre la crítica expresa a la violencia, con actitudes que la recrean, y su celebración impune. En el caso del macrismo, hay la celebración íntima, mantenida en secreto, a la vez que la apariencia de bondad. Es una doble moral de trasfondo malvado, más pronunciada que en el pietismo popular, cuyo mal trasfondo al menos es vivido con más culpa, y con más dicha porque tiene mayor anhelo de bondad, pero sin que eso sea suficiente para el ejercicio de una política buena de veras. Pretenderle al pietismo que sea bueno de verdad es ilógico, porque no puede llegar a serlo, porque al ser creyente la bondad a la que aspira es crédica, y por ende algo aparente. Puede acercársele, e incluso lograrlo intermitentemente, pero no de manera constante, y el pietismo es responsabilidad de las sociedades en su conjunto, por lo que éstas persistirán en crisis, que les obligarán a lidiar con el problema de asumir la realidad. No obstante, al ateísmo esto le sucede de otra forma, porque sus concepciones también son algo falsas, pero pueden dejar de serlo, o serlo menos que las teístas, porque éste no tiene la obligación de sostener a la idea de dios, ni a sus derivados, aunque de hecho lo haga con el capitalismo, porque adoptó una noción de la buena productividad pergeñada desde una crítica a aquél insuficiente, que confunde al buen desarrollo con el crecimiento económico, lo que no sucede así en ocasiones.

En vez que en el tamaño de la economía hay que pensar en su forma, que tiene tamaño. La forma es concreta, por lo que es material y tiene tamaño. La forma abstracta, que es la imaginaria, o la de materia objetiva más elaborada, se compone de materia, sea imaginaria o tomable, y la materia tiene tamaño, incluso la imaginaria, que se da en el cerebro. Es el tamaño imaginado, que es formal. La forma es el modo en que se ordena la materia.