Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 21 de julio de 2020

El coronavirus espigado y la bruma

Cuando el ambiente está fresco y húmedo el coronavirus circula en condiciones óptimas. Lo transporta la brisa, que carga al esmog y al vapor. Con decenas de miles de enfermos hisopados, se expulsan viruses de a millones, por lo que hay muchos dando vueltas, sobre todo a ras del suelo, porque es adonde sale y por su peso, ínfimo pero mayor que el del aire, más aún cuando se embebe de saliva, la que después se seca, dejándolo más liviano para el viento, que se lo lleva por ahí mientras que vive por fuera nuestro. Eclosiona más durante el invierno, pero también en el verano.

Cuando un ser vivo se empapa, se rodea de agua, un nutriente líquido. La papa, en este caso, no es alimento sólido, sino agua. De ahí que empaparse sea sinónimo de embeberse, una palabra referida al líquido pero que tiene connotaciones no líquidas, como la de embeberse de saber, una materia subjetiva que también depende del mundo externo. El saber es un haber en sí, ya que, al saberse, los sujetos, seres génicos, incorporamos lo objetivo con el sentido, en general primero el externo y después el interno, que es el del pensamiento, el cual decide la práctica. Entonces, hace falta el buen gusto, ya que el gusto es el sentido con el que juzgamos los alimentos, pero, más que en esa acepción, hace falta en la estética, que abarca a la realidad de manera integral y que depende de cómo se entienda a la creación. Entender mal la realidad lleva a sentirse mal porque se conduce según cómo se piensa, lo cual es y después reincide en lo subjetivo, pero además la realidad natural es social, por lo que es colectiva, no sólo humana, sino también de las demás especies vivas, y también inerte porque lo natural es lo relativo a lo nacido, lo haya hecho o no.