Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 22 de marzo de 2016

De la conversación liberal y la creencia

Esa idea de los liberales de que los expositores de las distintas posturas se encuentren y debatan sus pareceres según su experiencia es una truchada poco crítica, recontra falsa, porque no debaten hasta haber averiguado la verdad de los temas en discusión, sino que se juntan, hablan a las trompadas, se interrumpen entre sí, ni saben bien lo que hablaron, cada miembro del debate, me refiero a los parlamentos liberales, votan entre ellos e instalan la ley, y después ni saben si funcionan bien todos aquellos que las votaron, ni siquiera si votaron a favor, porque votan las leyes en cantidad diaria, y todas son muy extensas, por lo que no pueden leerlas siquiera a cada una.

Los parlamentos liberales son los instalados por las revoluciones burguesas, que depusieron el gobierno a la monarquía en Occidente, en Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia, y de ahí pasó a las colonias americanas, a lo que fuera el antiguo imperio romano de Oriente, a África, Asia, Oceanía y los polos: toda la humanidad se sacudió por el impulso revolucionario propietario iluminista, que tenía, en su teoría política, el precepto retórico, que no hubiera sido tan malo si no hubiese sido mitero, de conversar hipócritamente para decidir qué hacer; pero antes había peores formas, y las siguió habiendo, ya que hay monarquías en los países árabes y en España, Holanda, Bélgica y Gran Bretaña, entre otros, y las interrelaciones internacionales de sometimiento imperialista no concluyeron, sino que pasaron a la forma de la rivalidad entre las potencias nacionales y supranacionales, como lo son la Unión Europea, la UNASUR, la CELAC y las comunidades de países africanos, a su vez atravesados por jurisdicciones contrarias, como el Tratado de la Alianza del Pacífico, el TLCAN, y los que tengan China y Rusia, etc., más lo que hay las rivalidades nacionales menores e intranacionales, y son como 150 naciones, algunas fijas en territorios y otras transterritoriales, como los gitanos y parte de los judíos, y otras en flujos migratorios; pero mientras tanto las clases gobernantes debaten parlamentariamente, desde la retórica liberal, y deciden las prácticas gubernamentales no sólo que sin haber descubierto lo que tendrían que hacer, sino que, por lo bajo, siguen haciendo al saqueo propietario, que no los satisface porque es mitero. Las clases gobernantes son las que detentan los gobiernos, y son propietarios no sólo en la posesión de pertenencias, sino también en el mitismo, de distintas índoles, y cuyo orden jerárquico se corresponde con las relaciones de fuerza internacional: hay distintos tipos de credos, algunos más altos, otros más bajos, con sus versiones intermedias, que ascienden o descienden en la jerarquía imaginaria creyente según las clases propietarias ascienden o descienden en la escala social, de acuerdo a la obtención de la riqueza: hay clases propietarias divinas, otras intermedias, tipo los querubines, otras penosas, que son las purgantes, e infernales. Pensando en los términos de la jerarquía pía, eso es así. El diablismo populista, o socialista, y hasta el aristocrático, responde a la correlación de fuerzas entre las clases propietarias, que se demonizan en tanto que cambian sus lugares en la disputa por el poder de mando social, pero todo eso es falso, aunque real: es una representación imaginaria que persiste mientras que la recrea la humanidad creyente.

El antihumanismo es estúpido, porque quienes lo ejercen son humanos: los hace ir en contra de sí mismos y contra los demás humanos. Es un antecedente a la crítica a la humanidad, que es criticable porque no es verdadera ni buena del todo. La crítica es el análisis que busca decidir la práctica social de acuerdo a la verdad común, lo que requiere de un diálogo social de toda la humanidad, una toma de conciencia completa de la historia de la Tierra, y del resto de la verdad del cosmos, de lo que sea necesario saberla. Pero eso no puede ser en tanto que haya gente que se ordene mediante la creencia, por lo que la violencia histórica persistirá.

La rivalidad interimperialista adoptó el modo parlamentario de la ONU y de los otros organismos supraestatales después de que el ejército estadounidense tirara las bombas nucleares en Japón, en que las potencias debaten de manera perversa, sin explicitar siempre sus intereses, muchas veces ocultándolos, estableciendo intrigas, tramoyas, en los siete continentes, en los océanos, en la atmósfera y hasta en su exterior más próximo a este planeta, todo eso por la propiedad, porque el propietariado tiene ambiciones psicópatas, porque no admite su verdad fisiológica, a la que no puede entender sin dejar de ser pío, porque la física es comprensible mediante la ciencia, tiene que ser probada, y la ciencia lleva al ateísmo. Hace desastres porque la piedad le impide comprender sus deseos de vida de conjunto, porque la vida de conjunto requiere del conocimiento entre sí de las personas, que no puede ser cuando las personas se juzgan entre sí en base a prejuicios, cruzados por intereses de acumulación de poderes jerárquicos y de riquezas, lo que no les satisfará, porque es de socialidad falseada. La creencia causa un genocidio por desidia, aunque también a los planificados, indirectamente, porque los propietarios practican según sus pareceres, de lo que se les falsea el objetivo de vivir, y se meten en ambiciones prescindibles, para las que pelean. El genocidio es la decadencia humana, la vida humana mala. La concepción del buen vivir, de cuño incaico y jesuita, o, bien dicho, el progresismo propietario, no reconoce que para aquél es preciso que la ciencia reemplace a la religión. Y el progresismo ateo pocas veces lucha por el decrecimiento, y algunas hasta en contra del naturismo, como le leí en un chiste a Miradas al sur, que fue parte de un imaginario desarrollista de la clase media kirchnerista en contra de la clase media ecologista, porque el populismo, en tanto que misericordioso, causó que el kirchnerismo clasemediero negara su clase y hostigara a sus pares relativos en la escala social, desestimando sus reclamos, y el ecologismo tiene raigambre en la clase media urbana porque ésta padece la contaminación urbana casi permanentemente, igual que la clase baja urbana, lo mismo que el campesinado también, pero cuando la contaminación era un problema de los pobres ahí sí lo aceptaron. Los debates socialistas se concentran en la clase media porque para hacerlos hay que haber sido escolarizado, pero hay socialismo analfabeto, gente no alfabetizada, e infantes, que plantean reclamos proletarios a sus parientes: es un socialismo de conciencia más sensitiva que intelectual y de expresiones verbales fonadoras y lingüísticas pero no lexicales, y poco lexicales una vez que los nenes empiezan a hablar. Entonces reciben traumas cuya procedencia no entienden y a los que no pueden responder siempre, y mientras les van con las ambiciones desmedidas y las falencias pietistas. La lucha por gozar es transclasista, y no siempre es conciente. Lo que no entienden los fideístas es que el planteo de la lascivia no siempre es el de recrear las prácticas de Sodoma y Gomorra, sino que puede ser el de ordenar bien a la humanidad para el goce convivencial de la vida en común con la naturaleza terráquea. El objeto de la ciencia es ese.

Eso de que el debate retórico liberal es tolerante porque admite a las distintas posiciones es mentira porque si bien aceptan a las ideologías disidentes en el discurso, rechazan a los modos de vida que se les corresponden, lo que es rechazar a las ideologías por lo bajo.

En un debate por Facebook, antes de que cerrara mi cuenta, con el Grupo de Reflexión Rural, relativo al genocidio, me equivoqué, porque sostuve que el genocidio requiere de la planificación de los asesinatos, cuando en realidad el genocidio es la degradación humana, sea intencional o no. Es que esa es la acepción más general del término, que en los juicios por crímenes de lesa humanidad toma una forma restringida, relativa al asesinato planificado de grupos poblacionales, u opositores, lo que está en debate.

La creencia son los prejuicios, es decir, las ideas anteriores a la razón, que pueden ser ciertas o no, por lo que hay que comprobarlas. Al basarse las prácticas en la creencia, cosa que en ocasiones hace la clase propietaria, a veces practica bien y otras mal, porque no somete sus ideas a contrastación antes de actuar.