Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 9 de marzo de 2016

De la miseria

Es deshonesto como los diccionarios separan las definiciones de la miseria de las de las misas. Es comprensible, dado el orden del discurso dominante, acrítico para con las piedades usualmente; pero los términos son indisociables, no sólo por su semejanza sino también por su cercanía histórica: los primeros cristianos fueron predicadores de la pobreza, la austeridad, la opacidad, la estrechez, cosas que llevan a la avaricia y a la tacañería, o a la desgracia e infelicidad, a la vez que las posteriores intrigas eclesiásticas fueron tramposas y reprobables, por lo que ocultas y secreteras. La simpleza predicada por los primeros cristianos supuso un intento de superar la opulencia de los emperadores romanos y de sus cortes, y en eso acertó al reconocer que las riquezas excesivas no son universalizables; pero la ascética cristiana también se equivocó: no es necesario ser pobre, y es malo. El problema es que las iglesias cristianas predican la pobreza, por lo que sus fieles intentan que ésta prime desde su falsa conciencia, cuando no cosas peores como la contemplación del desastre histórico actual como si éste fuera el advenimiento del apocalispsis.

Algo análogo puede que suceda con la mezquindad, cuya palabra designante es similar a la de “mezquita”.

No obstante, a este comentario le falta comprobación.