Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Del tópico del narcisismo y de las figuras retóricas en general

En la retórica política está el lugar común del narcisimo, que proviene de la leyenda de Narciso, un personaje de la mitología griega, condenado, según ese relato teísta, por la diosa Némesis, a adorar su imagen reflejada en el agua. El psicoanálisis freudiano lo retomó, al igual que hizo con el de Edipo, para construir una figura de psicopatología, la del narcisista, cuyas características fueron definidas como de egocéntrico y vano, y de cruel con las personas que lo aman. Es como un tipo ideal al estilo de los de Weber, pero de índole psicológica. El debate político tiene que evitar utilizar figuras retóricas, porque, como son arquetípicas, definen mal, caracterizan idealistamente, según los significados que usualmente se les atribuyen, que no se corresponden del todo y que omiten otras cuestiones del objeto del que tratan, por lo que llevan a agresiones. Hacen a seudoargumentos utilizados para extorsionar, mediante violencia verbal, a los rivales. La hostilidad que suponen las figuras retóricas, porque son manipulatorias, impide la concertación consensuada de las prácticas, que debe basarse en un debate respetuoso. Lo que pasa es que las personas muchas veces no están dispuestas a darlo, por la bronca aparejada por los traumas y por los malos modos.

La utilización de figuras retóricas en los debates impide que se recuente explícitamente al problema que les subyace, por lo que queda mal concientizado, lo que demora la adopción de las prácticas necesarias para superarlo, y mientras tanto hiere a las personas. Hace que el debate se falsee, al tornarse una pelea verbal.