Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 21 de octubre de 2017

Comentarios a la entrevista a Pablo Alabarces del Pagina 12 del 11 de octubre pasado

Leí la nota de Pablo Esteban y se me ocurrieron algunas ideas que paso a detallar. Lo digo como crítica favorable, ya que Alabarces me cae bastante bien. Al discurso alabarcino se le debieran relaborar algunas cosas, es pre-exacto en algunos temas. Ya para empezar pido disculpas, por lo cachivache y lo soberbio que sea. Lo segundo me viene dado por mi condición de clase, a la que no puedo modificar bien sin un cambio en la legislación.

La nota ya arranca equivocándose, cuando Esteban dice que todos los ciudadanos interesados por el fútbol adoptan la actitud del director técnico: eso pasa mucho, pero no siempre, y en verdad sucede las menos de las veces, aunque sean unas cuantas, porque la gente se harta de mirarlo por la televisión, o de escucharlo por la radio, lo mira comiendo, o mientras que va al baño, o se distrae en otras cosas así, y entonces no opina del partido, como cuando lo mira haciendo otras cosas. También hay matices y contemplaciones en los juicios de los futboleros. El disfrute del fútbol no es un descontrol absoluto, y tampoco es un descontrol irreprochable. Lo que describe la introducción de la entrevista es la actitud más fanática de los hinchas varones. Es una nota hombrista porque en ella predominan las menciones a los hombres, pero estaría mal criticarla mal, ya que el fútbol fue más cosa de hombres que de mujeres, por las aptitudes corporales que requirió, en tanto que se lo jugó rudo, como un enfrentamiento de destrezas fuertes y con una lógica de rivalidad, enemistable en las malas ocasiones, y por el rol social que adoptara, como entretenimiento de los trabajadores, en sociedades de matrimonios biparentales, de cuyas esposas se quedaban cuidando a los hijos durante los partidos, tanto en las casas como alrededor de las canchas. De lo duro cabe decir que tuvo mucha pelea vana, muchos asesinatos, trompadas, cuchillazos, bombas de estruendo, y otros garrones, como los choripanes berretas, los atolladeros automovilísticos y el chimichurri de fábrica, a los que sigue teniendo, y con eso me quedo corto, por las extorsiones de los directivos de los clubes a los jugadores, la mala intromisión de las sociedades de los árbitros, ambas que fueron secretas, las apuestas, también ocultas, las peleas entre hinchas y policías y así tanto más. En el fútbol actual se exacerban las características del idealismo capitalista vigente, resumibles en el disimulo de las maldades cometidas, durante la exaltación de una moralidad pretendida que no cumple lo que exige, la doble moral, que no es sólo burguesa, sino que se da en la productividad capitalista, tanto la urbana como la rural. Tampoco es que el campesinado sea el reino de la buena moralidad, y no sólo por los males de las y los patrones y matronas, sino también por los de las y los trabajadores agrícolas. La doble moral viene del optimismo religioso, que convocó a adoptar una buena apariencia incluso aunque el trasfondo fuera malo, en vez que a ocuparse en remediarlo, pero tiene otros factores que le influyeron.

Empezada la entrevista, Alabarces partió de un parecer y de un fenomenismo: dijo que cuando empezó a estudiar al fútbol le pareció que este tema podía ser un fenómeno interesante para indagar la relación entre lo popular y lo masivo. Tal parecer es cierto, aunque quisiera que dejara de considerar al fútbol como un fenómeno, porque el fenomenismo induce a acotarse a la apariencia de las cosas, por su etimología, sin llegar a niveles de profundidad, lo que no le impidió a Alabarces traspasar este impedimento, pero sí dificulta hacerlo a veces, lo que opaca algo a nuestra conciencia social. Lo de la contraposición entre lo popular y lo oficial es rebatible, porque ésta coexistió con la coincidencia mutua, pero que dio por resultado una relación mal establecida, un comunitarismo decaído.

Otra cosa, que no la entendí bien, es porqué asoció a Beatriz Sarlo dentro del mismo grupo que Mauricio Macri. Sarlo apoya al FIT, y no es capitalista. Lo que tiene es que es muy fina, y que fue antiperonista, o por lo menos gorileable, pero no da reprochárselo de mala manera, como a veces le hicieron, no en el caso de esta entrevista. Fue una crítica injusta. Habría que señalarle en concreto las faltas que haya cometido, pero con buen juicio, lo que a los demócratas nos falta bastante, porque el juicio individual es social.

Luego Alabarces se interrogó sobre dónde quedó lo popular del fútbol, ya que fue adoptado por las elites, cuestión que está equivocada, porque el fútbol es transclasista, desde que nació en Inglaterra, ya que fue parte de la historia de la elite inglesa desde que ésta lo conociera. Sucede que la elite y el pueblo lo vivieron de distintas maneras. Lo popular del fútbol es lo que tiene de popular, su recreación por parte del pueblo, que coexiste relacionándose con lo que tiene de elitista, ya que el fútbol es controlado desde arriba por la elite, por lo que el ordenamiento del deporte obedece a la hegemonía féica y capitalista. A la nota le falta la crítica al carácter matufiero, mafioso y fidente, del fútbol profesional, que es capitalista y presto a las operaciones políticas de la clase dominante, sin que esto lo defina por completo: mantiene algo de dignidad, que queda solapada, en particular por la represión a la socialización del juego de pelota, que no debiera ser competitivo, y que depende de la liberación social para completarse, ya que la sujeción al orden capitalista le resta a las personas tiempo, salud y fuerzas para jugar. La actuación del grueso del periodismo deportivo es francamente penosa: tiene un nivel deplorable, pero a los periodistas que quisieran elevarlo los echarían de sus trabajos en los grandes medios de comunicación, por lo que su propiedad es un factor decisivo del nivel periodístico, y se relaciona con la alianza de clases vigente y con sus contracciones históricas.

No estoy de acuerdo con que no haya nada en la sociedad en que se reflejen sus partes externas. De hecho, hay muchos reflejos sociales, entendidos éstos como réplicas, pero que distan mucho de ser absolutamente perfectos: son reflejos con similaridades y diferencias respecto de sus originales. El fútbol es parte de la sociedad, por lo que tiene cierta autonomía respecto del resto de sus instancias, que sucede en el marco de su imbricación histórica: ambos se influyen entre sí.

Para mi hablar de la pasión puede ser válido, según cómo se la entienda. Lo de que la mayoría de las prácticas de las hinchadas actuales tiene menos de 25 años puede que sea exagerado, al menos en que siguen siendo hinchadas de equipos deportivos pertenecientes a clubes de barrio, pero sí es verdad que el seguimiento cambió mucho con la televisación a color, aunque antes se lo hizo con la blanco y negro, la radio, los periódicos y las conversaciones, lo mismo que le incide la privatización de la titularidad de los clubes, con eso de las sociedades anónimas, la comercialización millonaria de los jugadores, el lavado de dinero y la politización deshonesta, que acá ya se venían gestando desde antes de la reforma constitucional argentina de 1994. Cambió brusco con la financiarización. Acuerdo con la crítica al mal hombrismo, la mala masculinidad, de los fanáticos, dada por el patriarcado fidente, de sexualidad bruta, competitiva y desmerecedora de la pasividad sexual. Son hombres algo malvados porque no criticaron mucho a lo malo de la educación que recibieron. Están mal civilizados, como todos lo estamos para distintas cosas, por la falencia humana histórica presente en el sistema actual. El fútbol imperante está mal subido, así que vale que se le caigan sus malas cosas, pero decae todo junto y mientras tanto mantendrá algo de su bondad, y persistirá de acuerdo a la evolución humana. Lo que conocemos desde la crisis del estado benefactor es al fútbol en decadencia, correlativo a la degradación social aparejada por la financiarización capitalista. Es el fútbol del último medio siglo, muy espectacularizado, con cifras millonarias, figuras destacadas en horarios estelares, un ludismo vedetizado, privado y oscurantista, de clientelización a la carta, cuya bondad verdadera existe reprimida. La crisis del fútbol se corresponde a la crisis de las esperanzas que la burguesía pietista y óptima depositó en el sistema del capital, que venía de la ilustración y que tiene un carácter sacerdotal. Los llamados anhelos burgueses lo son de una pleitesía acomodada que discurre creyendo mientras que manda socialmente.

Para que la gente sea buena futbolera el fútbol tiene que ser bueno, lo que depende de la conciencia y del orden de nuestra sociedad. Los jugadores son hipócritas, creyentes en general, y están sometidos a un sistema muy estricto, en el cual si no cumplen con todo lo que deben los echan, por lo que pocas veces son críticos. Padecen a su propia conciencia creyente y a la opresión privada, no obstante lo cual hay cuestionamientos a los que se merecen, con la solidaridad debida.