Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 23 de agosto de 2016

Del vanguardismo

El vanguardismo no es malo en sí mismo, lo que pasa es que las experiencias de vanguardia fallaron algo en general, aunque también tuvieron éxitos puntuales y aportaron al democratismo. El vanguardismo es la acción de la parte más adelantada de un proceso, que lo guía desde adelante, pero el proceso es un movimiento de conjunto, por lo que la guía también debiera generalizarse, de acuerdo a las posiciones esclarecidas, lo que requiere de una pedagogía de las masas. El vanguardismo falla cuando la vanguardia pretende que la retaguardia la siga automáticamente, porque entonces la vanguardia se separa de las masas: así, es fácilmente derrotable, y cae. La vanguardia tiene que existir, y la retaguardia tiene que reconocerla, pero la relación entre ambas tiene que ser recíproca y mutuamente respetuosa. Además, también hay que reconocer que es una distinción relativa, porque a veces la retaguardia está más adelantada que la vanguardia, pero más es al revés, porque la vanguardia está mejor formada científicamente, tiene nivel universitario, pero eso no agota al tema porque, por un lado, la ciencia universitaria falla en ocasiones, y por otro las masas son mayoría. La vanguardia debiera dedicarse a la formación de las masas para que el proceso de su movimiento se conduzca de buena manera, lo que requiere de que la práctica política mayoritaria responda al cientificismo verdadero.

Un problema serio para la vanguardia materialista es el sabotaje continuo del pietismo, por lo que, por un parte, la vanguardia tiene que ponerlo en discusión explícita, y por otra avanzar despacio, de acuerdo a la conciencia de la práctica de las masas, o detenerse, y hasta retroceder, cuando ella se degrada, para acompañarla críticamente en pos de su regradación. Y la vanguardia materialista también podría poner en debate al pietismo para ayudar a la liberación de los sacerdotes y de los capitalistas, que son oprimidos por él, porque en realidad el socialismo apunta a concretar en la Tierra lo que los fieles anhelan como un sueño para lo que creen que es la vida dichosa después de la muerte: el paraiso terrenal.

La vanguardia social no está conformada sólo por un partido, sino que es un conjunto de organizaciones, partidarias y extrapartidarias, como lo son las movimientistas, que no son las únicas extrapartidarias, en conflicto entre sí por la competencia política, que debieran ordenar su práctica para que la puja sea más conducente, ya que podrían discutir y luchar entre sí pero con un sentido más progresivo, o menos regresivo cuando el reflujo, lo que no es fácil por las disidencias intrasocialistas, que son difíciles de resolver, y porque parte de ese conjunto es el democratismo pietista, tanto el progresista como el conservador, que defiende mal y bien al pueblo de la aristocracia y tiene fuerzas retardatarias muy potentes por el peso político del eclesiastismo y por su permeabilidad a las fuerzas capitalistas. La vanguardia socialista debiera proponerse objetivos asibles, según el análisis de la coyuntura y de las fuerzas en conflicto. Hay que tener en cuenta que las masas están más o menos retrasadas respecto de la concepción socialista, y que gran parte de sus capacidades están dedicadas a la subsistencia, y también que la oligarquía tiene reprimido el deseo de liberarse de sus propias opresiones y de las que recibe desde abajo.

Un objetivo importante es el de que la humanidad no cometa mala práctica social a consecuencia de la conciencia falsa, y otra cuestión es que cada concepción tiene su vanguardia, incluso las de derecha, que son la cúspide de sus retaguardias, por lo que la retaguardia es el sostén de la vanguardia. De allí que el pietismo haya derrotado al socialismo al adaptar las reivindicaciones democráticas en términos creyentes, con el sindicalismo, los partidos y las demás organizaciones democráticas religiosas, porque el grueso del proletariado se tornó pietista, pero la lucha continua porque el pietismo no puede brindar la emancipación de la opresión religiosa, aunque tiene el argumento pesado de que el socialismo forzó a la humanidad penosamente, que es cierto porque el intento socialista de la revolución rusa fue implementado con violencia desmedida. El socialismo, no obstante, no debe pelearse con el pietismo, sino confrontar con él de buena manera, lo mismo que con el capitalismo, e incluso con el capitalismo socialista chino, pero para eso tiene que estar seguro de sí mismo, y no caer en las provocaciones de sus rivales, que lo acusaron por distintas causas, haya sido por ilustrado, por clasemediero, por humanista y demás, y no es que esas acusaciones no fueran ciertas, porque el socialismo es ilustrado y es humanista, aunque a veces adopta un carácter proletarista, y parte de él es de clase media, pero eso no es malo en sí mismo, igual que no lo es la ilustración, aunque se la deba corregir, y además acusar es un mal modo de criticar. Los socialistas no tenemos la responsabilidad de solucionar los males humanos, lo que tenemos es ese anhelo, cuya concreción depende de la humanidad en su conjunto y, con más énfasis, de sus organismos dirigentes, pero la práctica humana también es responsabilidad de cada quien.

Cuando dije que los socialistas tenemos que perseguir objetivos asibles no quise decir que haya que abandonar al maximalismo, sino que, para concretarlo, es preciso hacerlo gradualmente, dadas las circunstancias retrógradas de las naciones, pero esa gradualidad puede ser más o menos brusca, según lo permita la coyuntura histórica. El debate entre reforma y revolución es insensato, porque el reformismo progresista es revolucionario, aunque leve, o de mediana intensidad, y tiene sus regresionismo también, al ser confuso y contrariado por las fuerzas idealistas, y porque la revolución es un reformismo más profundo, pero optar por uno o por otro no debe depender sólo del voluntarismo de los luchadores, sino también del análisis de la coyuntura, aparte de que es preciso acertar los objetivos al presente para alivianarle la vida a los luchadores, al proletariado y al resto de la gente, lo que facilitaría la profundización de la transformación social en el futuro, que debe ser crítica para consigo misma porque cometerá errores indefectiblemente. El proceso revolucionario tiene que ser hecho de la mejor manera posible, porque sus errores le quitan apoyo de masas, lo que lo hace demorarse, detenerse o retroceder, lo mismo que le sucede a la reacción, cuyas fallas la hacen decaer. La diferencia estriba en que la reacción es más propensa a fallar porque es idealista, pero es dominante porque la humanidad es necia para admitir sus maldades. Después de haber superado el estado primitivo, iniciado hace aproximadamente 40 mil años, la humanidad, a partir de comenzar su civilización, hace alrededor de 8 mil 500, se halla en una época en que la práctica social se define en gran medida mediante las ideas religiosas institucionalizadas, y las demás que también derivan de la creencia, lo que pauta su irracionalidad general, pero el deseo de justicia es natural, por lo que se lucha, y se logró lo que se logró y falta lo que falta. La civilización, no obstante, es incompleta, porque persisten culturas campesinas, sedentarias y nómades, aparte de que no debiera tomársela como obligatoria y de que podría ser superada mediante un urbanismo ecológico.