Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 19 de agosto de 2016

Qué hacer con el institucionalismo

Me parece que fue en 2014, sino el 28 de noviembre pasado, que fui a la Marcha de las Putas con una pancarta que hice casera, bastante bonita, levantando una consigna contra la prostitución porque la prostitución es la defensa de las instituciones. A las putas griegas se le dijo así porque fueron sometidas para servir al estado, y en particular a algunos de los hombres. Luego, el término adquirió una polisemia que dificulta dilucidar la cuestión, porque no se sabe bien lo que quiere decir. Las instituciones son las edificaciones sociales que los humanos construimos desde que algunos de nosotros nos volvimos sedentarios. Incluso hay una relación etimológica entre “estado” e “instituto”, que quizás venga del hecho de que para erigir las edificaciones estatales, igual que los institutos, es preciso martillar, lo que suena a té, porque el martilleo hace “tac”. En eso capaz que me equivoco, pero es cierto que la humanidad, al asentarse en los lugares, construyó edificaciones, y para eso clavó palos afilados, en la tierra, en madera, en rendijas de piedras y en cuero, y luego clavos de metal. La estatización y la institucionalización requisieron del martilleo. Las viviendas particulares, si bien no son instituciones, sí son estatales, porque hacen al asentamiento humano que es el estado, y su propiedad es tutelada por el gobierno: hay títulos de la propiedad inmobiliaria a cuyos originales los tienen los dueños particulares y las entidades gubernamentales respectivas.

Las instituciones no son malas en sí mismas, en mucho nos ayudan a vivir, hacen a nuestra calidad de vida, pero tienen muchas maldades, por lo que hay un imaginario que las reprueba, pero en ellas nos educamos y nos curamos la salud, o las usamos para gobernarnos y protegernos de la delincuencia o de los ejércitos extranjeros, y demás, y eso no quita que, por su corrupción, muchas veces se nos vuelven en contra, pero eso no es por su carácter arquitectónico, sino por la maldad humana. El problema mayor de las instituciones no son ellas en sí mismas, aunque cierta reforma arquitectónica tendría que hacerse, porque la arquitectura porta intereses, buenos y malos, que se plasmaron en la forma de las construcciones, sino más que eso el carácter de la humanidad. Ese es el tema principal, y la forma arquitectónica es uno secundario, que también es importante, igual que lo es el uso que se le da a las edificaciones, y que es transformable, pero ahora me arrepiento de haber sostenido aquella consigna, porque, por un lado, sí hay que aclarar el significado de la prostitución, para analizar qué política adoptar para con ella, que debe ser la de la aceptación libre del comercio sexual bien hecho y la búsqueda de su superación, con la proscripción de la trata y del abuso y el cese de la estigmatización, para ese ámbito y para los otros calificados de prostitutos, y por otro no es cuestión de renegar del institucionalismo, sino de corregirle los males. Es una prostitución buena, que es revolucionaria, un apoyo a la existencia de las instituciones en tanto que su hechura y la práctica humana desempeñada en ellas sea grata para el conjunto social.