Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 31 de agosto de 2016

En respuesta al negacionismo liberal capitalista argentino sobre la conquista de territorios indígenas mapuche

El 21 de agosto pasado el periódico La Nación publicó el editorial titulado “La utilización populista de los pueblos originarios”, en el que discute el argumento kirchnerista sobre la conquista de los territorios indígenas hecha por el patriciado argentino, y en particular el de la campaña hacia la Patagonia liderada por Julio Argentino Roca, la mal llamada “Campaña al desierto”, en 1879, que anexó para el país la región que va desde la provincia de La Pampa hasta la Antártida, donde estaban no sólo los mapuche sino también, por lo menos, los pampas, los patagones y los onas, que venían de la oleada migratoria que pasó de Mongolia a Norteamérica por Alaska y que pobló al continente de las naciones originarias, que lo son no porque hubieran estado acá desde siempre sino porque estaban cuando llegó la invasión europea, y también con conflictos, crueldad y sometimientos entre sí. Los imperios indígenas latinoamericanos, el azteca, el maya y el inca, subordinaron a sus poblaciones vecinas, y cometieron atrocidades, como el sacrificio de jóvenes en ceremonias religiosas, que sólo es un ejemplo. Habría que estudiar mucho para conocer bien la historia de las naciones indígenas anterior a la colonización, y críticamente, porque hay una versión indigenista que es poco dada a señalar las maldades de los aborígenes, a las que es preciso dar a conocer para que se atienda a sus sucedáneos actuales, lo mismo que pasa con todas las culturas humanas.

El editorial supone que el kirchnerismo, al criticar la conquista de los territorios indígenas que ahora son parte de la nación argentina, reniega de la nación misma, pero en realidad se trata de otra cosa, de señalar la injusticia histórica que los creadores de la nación cometieron con los indígenas, para que se la sepa y se le busque una solución, ya que algunos de los descendientes de aquellos aborígenes la reclaman y porque hoy en día tienen el mismo problema, porque el despojo de las tierras en que viven persiste bajo los enclaves de explotación actuales. En eso el kirchnerismo de izquierda tiene razón. Pienso en Horacio González, pero también están Osvaldo Bayer y Darío Aranda, que tal vez no sean kirchneristas pero coinciden en ese debate. El editorial da cuenta de que el populismo argentino condena moralmente a la conquista, y tiene razón, si es que hay tal condena, en que no es por medio del daño que hay que enfrentar la cuestión, pero yerra al defender acríticamente a la modernidad y al progreso, porque no fueron siempre buenos, y la ocupación de las tierras, el ejercicio de la violencia y el reclamo de las indemnizaciones hechos por los mapuche tendrían que ser analizados para darles un cauce justo, porque responden a demandas humanas que tienen algo de razón. El diario La Nación en realidad encubre que pretende sostener al latifundismo derivado de la conquista, y a las posteriores empresas capitalistas que explotan las tierras. La apelación a la modernidad y al progreso es retórica, porque se los debiera conseguir con justicia social, que requeriría de la socialización de los medios productivos privatizados. En realidad, los capitalistas a los que representa La Nación, son insensatos, porque se amargan la vida en vano, ya que la socialización de sus propiedades grandes se las aliviaría. El hecho de que se trate de un conflicto de culturas no quita que sea injusto. Es obvio que la humanidad estuvo llena de conflictos y de guerras, uno de los cuales es este del que debatimos, pero eso no justifica la privatización, ya que la humanidad podría ser capaz de compartir sus bienes dialogando. Que haya violencia en ambos bandos en pugna no es razón suficiente para denegarlo. Por otro lado, los grupos humanos sí son originarios de donde lo son, lo que pasa es que la originariedad es histórica, no es absoluta: los mapuche no estuvieron en la franja que va desde el sur de la provincia de Buenos Aires hasta Chile, del Atlántico al Pacífico, desde siempre, pero sí estaban antes de que los colonizadores llegaran allí, y los valores universales de la modernidad, además de que son cuestionables para que se los corrija, son ideas huecas si después no se los aplica, siendo que su aplicación requeriría que se atienda al reclamo de las naciones originarias, que demandan una reparación histórica por las maldades sufridas a consecuencia de la colonización, aunque esa atención también tendría que ser justa para con los descendientes de los colonizadores, ya que sus derechos humanos también importan, y eso debiera incluir el reconocimiento de las maldades que los indígenas les perpetraron a los colonos, porque son hechos históricos importantes, sucedieron y traumaron, así que se los tiene que reconocer. En mi caso estoy a medio camino entre ambos bandos, por ser mestizo de europeos y amerindios, además de africanos. El editorial sostiene que la historia es irreversible, cosa que es cierta, pero la exigencia no es la de la reversión, sino la de la reparación, y persistirá, así que es un problema al que la clase dominante argentina tendrá que asumir: de otro modo arrastrarán penas prescindibles.

Que todos somos humanos y que por eso merecemos un trato digno es así, pero eso precisa de aquella reparación, y no me consta que los intelectuales kirchneristas se hayan aprovechado del caso para enriquecerse, aunque sí es comprobable la corrupción que hubo en el anterior gobierno, a la que habría que situar en perspectiva histórica, porque hay mucha corrupción humana, y en particular entre capitalistas, así que vale poco señalar algunas y omitir otras. El artículo también da por sentada la veracidad de la concepción católica, sin reconocer ni sus deficiencias ni las refutaciones científicas que se le hicieron, aparte de la incerteza de la creencia en dios.