Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 30 de agosto de 2016

Una pequeña disquisición sobre la corrupción

La corrupción tiene varias acepciones. Los defensores del orden vigente la restringen al incumplimiento de la ley, porque suponen que la ley vigente es justa. Es gente que no tiene juicio propio, por lo que se sujeta a la ley para decidir su comportamiento, ya que no encuentran otro modo de saber cómo vivir, lo que les trae grandes disgustos, y de allí su carácter acosador y violento para con las ilegalidades ajenas, porque se someten a una idea a la que no cuestionan desde sí mismos, sufren, y entonces no les gusta que gocen los demás, de lo que en vez que buscar sentirse bien ellos intentan que los otros se sientan tan mal como ellos, un mal modo de igualar y de buscar la justicia. Pero en realidad la corrupción es la maldad innecesaria, sea ilegal o legal. Hasta que esto no sea bien entendido por todos los humanos la gente tendrá problemas para comportarse. La maldad es lo que hace mal, y se la puede medir en el hecho de que hace que los animales nos sintamos mal, aunque ese no es el único modo de reconocerla y aunque haya que cometerlas necesariamente a veces: si no lo hiciéramos, nos faltarían nutrientes, u otras cosas importantes. No obstante, podríamos tener lo suficiente para vivir bien haciendo mucho menos mal del que hacemos si nos ordenáramos racionalmente.

La delincuencia rompe el orden legal, causa la corrupción de las costumbres establecidas por la ley, en tanto que la maldad rompe las ilusiones de que la vida sea armónica. El ordenamiento legal tiene sus males, por lo que es ilegítimo en parte, de igual modo que la delincuencia también es ilegítima cuando lo es.