Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 13 de mayo de 2017

De la corrupción y el modelo de desarrollo progresista latinoamericano

Insisto con esto de lo que ya escribí antes. El modelo de desarrollo cepalino, además de tener el defecto de no cuestionar a la religión ni al capitalismo, tiene el de que, como es crecimientista, requiere de grandes inversiones de capital, que en el último ciclo gubernativo progresista se canalizaron hacia el extractivismo, la agricultura latifundista, la gran industria, la especulación financiera y la obra de infraestructura estatal, pero algo parecido sucedió también en los países gobernados por el conservadurismo. En ambos se aplicó el mismo modelo pero con variantes, porque los conservadores fueron aperturistas de sus mercados internos y los progresistas fueron proteccionistas, lo que permitió un desarrollo mayor de la pequeña y la mediana industria. El tema es ampliable, pero sé poco de la historia gubernativa reciente de los países con gobiernos conservadores, así que lo tienen que hacer quienes la sepan.

Con el caso de Odebrecht ya quedó bastante comprobada la corruptibilidad ilegal del capitalismo, que favoreció el deceso de los gobiernos progresistas de Brasil y Argentina, además de haber requerido de la represión de las poblaciones en donde se ejecutaron las obras de infraestructura, y algo parecido sucedió con los otros megaemprendimientos. Entonces, el progresismo deberá reformular su modelo de desarrollo, porque es bastante defectuoso. Si no lo hacen, volverán a ser perjudicados por sus errores. También debieran buscar la forma de restarle lugar a la acumulación concentrada de capitales, cosa que hasta ahora no hicieron por considerarla necesaria para la reinversión económica, pero en verdad que debe ser reducida, porque eso enriquecería a los trabajadores, beneficiando a la economía popular. La merma de inversión capitalista sería superada con la inversión asalariada en la economía social, mediante el consumo y la contratación de servicios básicos, como los de la construcción, la salud, la educación y demás. Las inversiones de grandes capitales debieran restringirse a lo imprescindible, y con mecanismos de control social. Al mermar la ganancia del capital concentrado, y distribuírsela entre los asalariados, ese capital no se pierde, porque es reutilizado por los trabajadores. Una parte puede quedar retenido al ser ahorrado, y se podría fomentar que se lo pusiera en los bancos, pero incluso así la masa dineraria en circulación sería mayor que en el sistema de las ganancias concentradas, porque a gran parte de ellas se las dedica a la especulación financiera y al acopio en las guaridas fiscales, además de al pago de sobornos, con todos los perjuicios que eso tiene.