Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 27 de mayo de 2017

Los adaptados al sistema también somos animales

En verdad más o menos adaptados estamos todos, ya que el sistema social es social, nos abarca a todos los humanos contractivamente, pero aparte está el tema de que los defensores de los animales no reconocen como tales a los que llaman los “caretas”, denominados así por ser fingidores, lo que es hipócrita porque hasta los más ultraizquierdistas lo fueron: la sinceridad anarquista que conocí es entre excepcional y frecuente, sin llegar a ser constante, no sólo por culpa del anarquismo sino, más en general, por la falencia social humana, y no siempre es buena la sinceridad, porque puede ser mal expresada, o no caber bien en las circunstancias del momento en que es ejercida. La defensa de los animales puede estar bien según cómo sea, porque la violencia entre animales es natural: los animales nos peleamos entre nosotros desde que comenzamos a existir en este planeta, pero hay peleas que podrían ser prescindidas, y otras ordenadas. Acusar a humanos por comer carne es un tanto mal delirante, ya que entre las otras especies animales hay muchas que son carnívoras, a las que no les van a andar reprochando de asesinas aunque también lo sean. Tendrían que acusar a las aves de comer lombrices, a los gatos de comer peces, a los peces grandes de comer peces chicos, a las leonas de comer gacelas, y si extremaran más a los herbívoros de comer vegetales que no fueran frutas, como el pasto, u otros asuntos así. Lo que debiera ser es que los humanos comamos carne lo debido, si es que queremos, y buscarlo sin ofender demasiado a los carnívoros excesivos, si es que no mediante una crítica justa, porque el maltrato a los humanos carnívoros también es maltrato a animales, pero, no obstante, el maltrato persistirá, porque no vamos a ser del todo perfectos, por lo que persistirá su análisis correctivo.

El problema de la sinceridad, la llamada “parresía” socrática, tematizada por Foucault en El cuidado de sí, no puede ser bien resuelto lo debido, por la violencia que reprime a la exigencia que le subyace a aquélla. La sinceridad contiene un reclamo implícito o explícito, porque se habla para obtener algo, y por eso no es aceptada muchas veces, pero además, en la obra de Foucault, es tratada como excepcional, como ejemplos de lo que debe ser la conducta comunicativa que se destacan en una generalidad de reproducción discursiva del orden imperante, de adaptación a las malas conveniencias impuestas mediante la violencia dominante, cuando debiera ser lo normal. Quedará como un problema latente, resuelto en parte, y en parte por resolver. Una cuestión al margen es la crítica a Sócrates, porque en la versión que Platón dio de él en La república Sócrates sostuvo unas ideas bastante malas, como la división social del trabajo, o el gobierno de los considerados mejores.

Cabe que añada que la falta de sinceridad existe en todas las concepciones, de distintas maneras, porque la falsedad dominante las afecta en general y porque las falsedades particulares de cada cual también inciden en la de sus pares, de modo análogo, pero a la inversa, a lo que sucede con la verdad, que es un reclamo más frecuente en las concepciones dominadas, pero tengo que hacer una distinción, que es la que hay entre la sinceridad y la verdad. La sinceridad es la calidad de la expresión honrada, cuando las personas decimos lo que pensamos sin ocultar lo que no nos convendría decir, lo que no implica que sea verdadera. La sinceridad garantiza la honestidad de la expresión, pero no su acierto. Por último, el acierto no es garantía de bondad. Es necesario pero no suficiente, porque que la expresión sea buena requiere otras cosas más, como ser bien intencionada, y hay casos en que es buena aún siendo falsa, o maliciosa, según de qué falsedad y maliciosidad se trate: se la tiene que evaluar en concreto.