Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 8 de mayo de 2017

De la normalidad

La normalidad trata de la esencia, de cómo son los seres inspeccionados respecto de las normas. Mediante las normas, los humanos evaluamos a los seres a los que evaluamos, al compararlos con ellas. Las normas son las ideas de cómo deben ser las cosas. No son malas en sí mismas, ni tampoco buenas necesariamente. Las normas se basan en la investigación científica, que a su vez está coartada, en cierta medida, por la teología, el idealismo socialista y el capitalismo, por lo que existe el repudio a la normatividad, ya que sus errores fuerzan a las personas a hacer cosas que no deben ser hechas, pero la reacción antinormativa tampoco es justa, porque supone que transgredir las normas es bueno en sí mismo, lo que no es verdad.

El clasicismo esclavista, la teología feudal y la modernidad capitalista son continuos, tienen un carácter esencial que persiste en su desarrollo, a la vez que fracturas, profundas, intermedias y leves, y ocurridas en períodos interpuestos, pero, incluso con ellas, no se pudo superar al idealismo ni al sometimiento social, que cambiaron de forma en cada uno de estos sistemas sociales, cuya sucesión fue difusa. La antimodernidad tiene elementos ciertos, porque cabe una crítica a la modernidad, y elementos falsos, porque no le reconoce las bondades. La prédica antimoderna existe mucho entre los anarquistas, aunque contradictoriamente, y también en el posmodernismo, en parte a consecuencia de la obra de Michel Foucault, y cunde en el movimiento de liberación sexual por su carácter libertario, pero tiene que corregirse, porque pretende reemplazar a la heteronormatividad monogámica por normatividades alternativas que no están exentas de violencia. La solución es la de la modernidad justa, que aunque sea inalcanzable lo debido, al menos en lo inmediato, sirve para gratificarse de buena manera. La moderación ingrata es equiparable a la de la modernidad capitalista, aunque es de menor magnitud. No cabe ni el racionalismo idealista ni el irracionalismo sentimentalista, así que hay que hacerles la síntesis.

La cuestión de la modernidad de Foucault debe ser dilucidada. No es clara para mi. En algunos momentos de su obra se inclinó hacia posiciones mal destructivas, como cuando hizo la defensa acrítica de los infames, o de los anormales, y antes hubo sido antiluminista, pero en sus últimos escritos, los del uso de los placeres y el cuidado de sí mismo, recuperó la moderación propositiva y adaptable a las circunstancias de la clase gobernante griega, aunque sin haber denunciado explícitamente su opresión clasista. Para concluir el tema me falta saber.