Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 16 de junio de 2016

Del manejo del dinero

A la memoria de Demetrio

Una de las omisiones injustas para con la clase más propietaria, y que también obtura la resolución del problema en la clase más proletaria, es la que respecta al esfuerzo que requiere manejar el dinero. Los seres humanos, todos los días, le dedicamos tiempo y energía. Hay que acudir hasta donde están los billetes, meterlos en la billetera, llevarlos hasta el comercio, y ahí agarrarlos, contarlos, sumarlos, entregarlos, recibir el vuelto, guardarlo, llevarlo de vuelta a la casa y dejarlo en algún lugar, y eso para el uso más común de las compras, aparte de lo que cuesta ganarlo, a lo que habría que agregar muchísimos otros, como cuando hay que hacer viajes largos para pagar, o la operatoria de las transferencias bancarias, o el procedimiento de los juicios y de las especulaciones financieras, que requieren de un montón de actividades que se repiten y se repiten a lo largo de los años. Los contadores saben más de este tema, pero cada quien lo conoce desde su perspectiva. Y esto no da más que un panorama somero de la cuestión, al que se podría añadir el trabajo que implica la impresión de los billetes y la acuñación de las monedas, el sostenimiento del sistema financiero internacional, con todos sus edificios, muebles y aparatos, eléctricos y electrónicos, o lo que cuesta vigilarlo y robarlo, con todos sus accidentes y rutinas, además de la cárcel. Y aún si siguiera enumerando un rato largo me quedaría corto.

Toda esa gran tarea relativa al dinero, junto a las demás tareas prescindibles, obturan la socialidad. La gente necesita luego comunicarse entre sí, para hacerse compañía, para divertirse, para elaborar sus traumas, para pedirse o brindarse ayuda, o lo que fuere, y no podemos hacerlo, porque se tiene que hacer otras cosas, o porque la gente va de un lado para otro en medios de transporte que los alejan entre sí, de lo que la necesidad de acompañarse se suple algo en falso con los medios de comunicación, que también nos tienen recontra atareados, sea para comprarlos, aprenderlos a manejar, usarlos, pagarles las facturas, fabricarlos y así: hasta deshacerse de ellos es un problema. Una vez tiré mi celular a la basura por haberme hartado de la recurrencia de llamados, con vigilancia paterna de por medio, comprensible y opresiva también, y después los villeros les mandaron mensajes de texto con insultos a mis contactos, o algo así, ya que al aparato se lo agarraron unos cartoneros que juntaban basura por las calles de Paraná y Santa Fe y se lo llevaron a la villa, supongo que sería la 31. Me llegó una noticia de eso de parte de Pablo Vitale, que estaba entre mis contactos telefónicos porque hubimos sido compañeros del grupo de fotografía Mal de Ojo. Y eso no dice nada del acoso telefónico que se practica. Entonces, por eso del dinero, es que el reemplazo del sistema de intercambio monetario por el intercambio común de favores tendrá que ser uno de los puntos explícitos de la política socialista, es un aspecto de la práctica social humana que se situaría en la transición del socialismo al comunismo, pero no bastaría con eso, ya que también la humanidad tendría que dejar de hacer las cosas prescindibles para poder dedicarse a socializar lo necesario. La falta de socialidad nos causa una pena que es consecuencia de nuestros errores, y mientras tanto se nos va la vida en estupideces, pero también en las cosas entrañables.

Hubiera querido compartir del todo bien estos últimos meses con Demetrio, pero ya estábamos peleados. Ahora guardo su recuerdo. En el portón de su casa, uno de hierro desgastado, recién había una nota en papel escrita a birome de unos vecinos que le pedían ayuda urgente, supongo que con una reparación eléctrica, y una factura municipal. Pienso que la crueldad de su cinismo habrá sido una respuesta a la insensibilidad de nuestro sistema social, de igual modo que su cariño se compuso con la bondad humana. Fue un abuelo no reconocido para mí, por culpa del judeocristianismo, que nos falsea las relaciones de parentesco, y las sociales con ellas, eso aparte de las desigualdades propietarias, aunque ambas se ligan de hecho, pero nada justifica que me haya maltratado.