Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 13 de junio de 2016

¿Qué reformismo debe ser?

La política de la izquierda está trabada por comprender equívocamente al reformismo, en tanto que por medio del reformismo se han puesto en práctica políticas claudicantes e incluso desastres bienintencionados, lo que llevó a parte de la izquierda, pienso en el trotskismo en particular, a renegar del reformismo, aún cuando iban a elecciones, lo que los ponía en una situación paradójica, ya que participaban de la democracia representativa a la vez que renegaban de su forma de gobierno. El reformismo es necesario, y puede ser revolucionario, además de que las revoluciones habidas lo que hicieron fue establecer reformas progresivas, o sea que el debate entre reforma o revolución está falseado, ya que el punto central para la estrategia política es establecer cuál es la circunstancia en la que se opera, qué actores participan de ella, qué características tienen y cómo se los puede orientar para lograr el resultado deseado, lo que debe ser provisorio porque no se puede resolver todo de repente. Entonces, el asunto será definir qué reformismo debe ser y, llegado el caso, qué revolución, a sabiendas de que la revolución en realidad es un reformismo más drástico y profundo, pero que no se puede hacer sin la fuerza social necesaria, que no está garantizada de antemano por la opresión capitalista, ya que el proletariado es revolucionario en potencia, pero no siempre en acto, de igual modo que lo ha sido la clase dominante pero con la diferencia de que ésta tiende al conservadurismo ahora que se impuso tras haber vencido al feudalismo, o revoluciona en falso con las consideradas mejoras a la productividad, que no son tales en realidad. El revolucionarismo verdadero de la clase capitalista en realidad es impulsado por sus sectores marginales, que forman parte de la clase pero no son capitalistas, como tantos socialistas que fueron de la clase alta. A su vez, el revolucionarismo proletario responde a la opresión capitalista, pero no sólo a ella, sino a la opresión general del idealismo capitalista, a la vez que está falseado por él y que oprime conservadoramente para mantener las formas de este idealismo, con una política democrática redistribucionista que no cuestiona a las religiones y que reclama poco por la socialización de los medios productivos, pero eso también con excepciones y variabilidad histórica. La opresión popular a la clase alta tiene sus méritos y sus falencias, porque parte de una conceptualización democrática intuitiva y creyente.

Habría que evaluar la veracidad de esta caracterización y precisarla, para comprender cómo conducir al reformismo, lo que debiera ser desde una plataforma democrática progresista, dado el predominio hegemónico del idealismo capitalista.