Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 21 de junio de 2016

Moral pietista y corrupción

A raíz de las concepciones falsas los seres humanos tienen problemas para decidir sus prácticas, porque no tienen elementos morales suficientes para evaluarlas y ejecutarlas. Hay otras morales además de las pietistas, que tienen sus falencias y sus aciertos, pero quiero centrarme ahora en las pietistas. Lo que tienen de común entre sí todas las morales pietistas es que basan su conducta en lo que los fieles creen que son los mandatos de los dioses, por lo que sus relatos imaginarios sobre lo que son los dioses y sus designios para los humanos se tornan en preceptos a los que los humanos deben obedecer, y cuando no lo hacen los castigan. En el cristianismo estos mandatos están codificados en los diez mandamientos y en los cánones sobre el pecado, entre otras leyes.

El problema con esto es que sujeta a las personas a mandatos de seres imaginarios, por lo cual, cuando los humanos tienen que corregir su comportamiento de acuerdo a sus necesidades verdaderas, se les dificulta hacerlo, porque para eso tendrían que violar las leyes consideradas divinas, de lo que se encuentran en una situación contrariada, lo que obtura la resolución feliz del problema, aparejando prácticas desgraciadas. A esto se suma el hecho de que las concepciones pias son tortuosas, por lo que los fieles padecen de una tortura mental más o menos constante, que es física y a veces adopta otras formas de maltrato físico, mientras que se les exige cumplir con las leyes y con los reclamos sociales que requieren su transgresión, lo que redunda en la presión nerviosa y en la deseperación que, junto a los otros factores opresivos de la historia, causan colapsos psíquicos y corporales que llevan a las personas a pervertirse, incumpliendo la ley y dándose a conductas perniciosas, pero insisto que esto no es exclusivo del pietismo, sino que de otras formas, más o menos graves, sucede en las demás morales falsas.

Esto, igual, tiene que ser precisado, porque las morales se componen conflictivamente de distintos elementos, uno de los cuales es el canon eclesiástico y otro de los cuales es la ley estatal, que tienen coherencia entre sí en algunos aspectos y disrupción en otros, además de contradicciones internas, y ambos coexisten con el sistema de usos y costumbres y con las concepciones materialistas y con las místicas, cuya correlación interna y externa presenta características similares. La mayor parte de las naciones del mundo son pietistas, variando su religiosidad y el carácter del estado respecto de las iglesias según los casos, a la vez que un grupo menor es materialista, lo que se plasma en legislaciones estatales fideísticas o materialísticas, sin que eso determine a toda la práctica social de las naciones porque están las concepciones alternativas a las estatales, que pueden coincidir o no con los rasgos de aquéllas. Esta contracción moral causa una opresión neurótica en las personas porque tienen que obedecer a una ley algo mala y a su vez a los reclamos legítimos que son contrarios a ella, lo que pone a las personas ante dilemas a los que no se puede resolver tranquilamente porque quedan ante la opción de respetar la ley y ser ilegítimos o de ser legítimos e ilegales, eso en algunos casos; en otros el cumplimiento de la ley coincide con la legitimidad de la práctica.

Habría que establecer que la moral humana en general es parcialmente fallida, cuando hace mal, y algo buena, lo que depende de cómo nos haga sentir a los humanos, siendo que nuestros sentimientos responden a la relación intrahumana y a la de nuestra especie con las otras, atravesada por la lucha por la supervivencia pero también por la referida a la convivencia relativamente armónica, y a la que tenemos con los seres inertes: por eso es que la contaminación es desagradable, porque además de dañarnos a nosotros daña a nuestro entorno, cosa que nos apena así como nos enferma. De allí que el deseo de un medio ambiente saludable sea un reclamo humano, ya que nuestro bienestar depende de él.