Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 2 de noviembre de 2018

La guerra en Siria como conflicto imperial

En los estudios sobre la guerra en Siria se mencionó poco, si es que algo, de que el presidente sirio es socialdemócrata. El gobierno sirio es un gobierno que fue votado en elecciones, aún con lo degradadas hayan sido, en las que se impuso un gobierno de ideología socialista. Por eso el gobierno estadounidense lo marcó para su intervención militar. El llamado choque de civilizaciones terminó siendo un ataque militar a Siria, país de la región con gobierno socialista, que debe haber sido muy malo en muchas cosas pero al que habría que conocer bien para evaluarlo bien. En torno de Siria juegan varios intereses imperiales: el de Rusia, aliada del Al-Asad, el de Arabia Saudita, el israelí, del lado estadounidense y europeo, que tienen concordancia crítica; también el de potencias menores como Irán y Afganistán. El lugar de Rusia es llamativo, porque a pesar de ser un país liberal está vinculado con China y la India, en una relación conflictiva con ambas que le sirve para confrontar con Europa y los Estados Unidos. Las grandes potencias actuales son los imperios modernos. Los imperios no son sistemas caducos, rezagos de la edad media y del imperialismo colonial, sino que luego de las independencias se transformaron en imperios modernos, cuyo modo de sometimiento no es el del establecimiento de colonias sino el de la extracción de capitales de acuerdo a contratos de negocios con los estados periféricos. El imperialismo actual es multipolar, con centros en Estados Unidos, Bélgica para la Unión Europea, donde priman Alemania y Francia, en Gran Bretaña, Rusia, India, Japón, China, Brasil y Sudáfrica, una escala asimétrica, con núcleos sometidos de rango medio y bajo cuyo orden cambia de estructura de acuerdo a la evolución histórica.

La intervención militar estadounidense llegó a Siria así como se entrometió en Venezuela, Argentina, Brasil, Paraguay y Honduras, así como su diplomacia se extiende en cada país, en una competencia con el comunismo que persiste, lo que es claro en el conflicto con China. Es una competencia entre concepciones que se da en el plano internacional, en la que el materialismo socialista se escindió en dos grandes ramas proárquicas, es decir, favorables a la instauración de un orden, que es gobernante: la pluri y la unipartidaria, una promotora de la competencia electoral entre muchos partidos y la otra manuntensora de uno en el gobierno. Las dos tienen gobierno privado, es decir, un gobierno de pocas personas que decide en nombre de la sociedad en un espacio apartado, en edificios grandes a los que no se puede entrar fácil. El capitalismo prima en el mundo, por la hegemonía financiera, por lo que el socialismo gobernante es procapitalista, lo que no es tan malo, ya que el capitalismo fue revolucionario en su momento. Lo que pasa es que mientras haya una hegemonía mundial liberal no se puede deponer al liderazgo de los financistas, que son los mayores detentadores de capital abstracto, o sea, que a los bloques gobernantes socialdemócrata y comunista no se les debe exigir que concreten el socialismo en sus países, ya que son potencias sometidas en el orden internacional: para ese traspaso el socialismo tiene que ganar la competencia internacional, e incluso a partir de entonces su concreción llevaría mucho tiempo. Podría llevar siglos o milenios, o no darse nunca.

El gobierno de Bashar al-Ásad es el del Partido Baaz Árabe Socialista Sirio, es decir, de un partido socialista de nacionalismo árabe, que es religioso. Es un socialismo del islam alauita, cuyo reformismo no superó tanto al modelo dinástico, ya que Bashar al-Ásad sucedió en la presidencia a su progenitor, que gobernó durante 29 años. El socialismo asadista fue unipartidario desde 1970 hasta 2012, cuando a raíz de las protestas de la Primavera Árabe se modificó la constitución siria para aceptar el multipartidismo. La actual socialdemocracia asadista es contraria a la alternancia, por lo que reprime mucho a sus opositores, y es procapitalista: es un protosocialismo religioso, tanto retrógrado como progresista, cuyo despliegue está retenido no sólo por la guerra y por su propia malignidad sino también por el islamismo conservador, el del Reino de Arabia Saudita, la monarquía absoluta de Salmán bin Abdulaziz. El gobierno de Arabia Saudita está a la derecha de Bashar al-Ásad y es una potencia mayor que la de Siria, aliada a las mayores del mundo, porque Israel es socio de los Estados Unidos, pero el bloque de Siria e Irak, otro país de protosocialismo islámico, ni deja de ser capitalista ni de gobierno privado, ni tampoco está exento de imperialismo porque se relaciona con Rusia, que fuera una potencia socialista hasta hace cerca de tres décadas. En Medio Oriente el bloque más retrasado es el monárquico, y el otro tiene unas barbaridades tremendas.

En la región asiática entre los mares Mediterráneo, Negro, Caspio y Rojo, y el Golfo Pérsico, el liberalismo se plasmó en estados republicanos sin monarcas y en otros que los tienen. Esta región es la del islamismo asiático, la que diera origen a la expansión islámica en África del norte. En su vértice occidental está Jerusalén, la cuna judaica que diera al abrahamismo, que abarca a la mayor parte del globo, ya que antecede al cristianismo y al islam. Habiendo transcurrido cinco siglos desde el Renacimiento, cerca de la mitad de los países de la región son monarquías, como España, Gran Bretaña y Holanda, y hay hasta teocracias, las de Irán, Afganistán y Arabia Saudita, en que el rey es el sacerdote máximo del país: son monarquías modernas, de carácter republicano, absoluto e islámico, con determinancia esencial del clero en el gobierno porque el emir, equivalente al rey, es el sacerdote principal. El liberalismo las supera en diferenciación institucional, ya que sacó a los sacerdotes del gobierno e instauró gobiernos tripartitos, cuyos mandos son o no monárquicos pero tienen a estos últimos más impugnados, ya que el liberalismo critica a la monarquía, aunque no tanto desde que ésta acogiese a la acumulación de capital. Las otras monarquías de esta zona son las de Omán, los Emiratos Árabes Unidos, Catar, Bahrein, Kuwait y Jordania. Luego están las repúblicas puras, que no tienen monarcas, todas islámicas, de gobiernos privados y capitalistas, algunas con gobiernos progresistas terribles y otras con conservadores que pueden ser aún peores: son las de Yemen, Irak, Líbano, Israel, Siria, Turquía, Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajstán. Algunas de ellas tuvieron gobiernos pro-socialistas, tan aberrantes como los de Saddam Hussein y al-Ásad, y la de Kazajstán está hegemonizada por su Partido Comunista, pero así y tan malas como fueron son las que cuestionan al liberalismo, por lo que son las revolucionarias, en tanto que apuestan por un modelo económico superior, aunque no lo concreten en sus propios países. La región todavía está superando a la edad antigua, cuyo modo gobernante fuera el teocrático, así que dista de poder concretar bien al socialismo, lo que redunda en que los partidos socialistas que gobiernan apelen al desarrollo capitalista, ya que sus proletariados no están preparados para una transformación mayor, ni pueden prepararse debido a la guerra. Ahí el problema es el abuso de la industria bélica, que promueve la guerra para reponer el armamento. El interés de los industriales de la fabricación militar es un factor constante de incidencia en pro de la guerra, que ya se concretara varias veces. Están sobre todo los capitales estadounidenses y rusos, seguidos de los israelitas y no sé si de los chinos, ni qué pasa con los otros países que fabrican armas de este tipo. Mediante distintas formas de seducción, incluyendo el soborno, los capitalistas del rubro armamentístico deben haber promocionado los conflictos bélicos internacionales, para así hacer consumir sus productos y reiniciar el ciclo fabril. De hecho, el capital bélico es una de las partes más importantes de la clase capitalista, de alto nivel aristocrático, superior a sus capitales inferiores, los de los rubros de valor agregado menor, que son los de la industria mediana y simple, y los de la agricultura. Por eso los registros del ejército son tan pesados en el presupuesto de los gobiernos.

A medida que el capital se complejiza se hace más alto y más poderoso en la escala social. Al liderazgo lo tienen las finanzas, es decir, el capital bancario, que existe fusionado con el militar, el del narcotráfico y la prostitución, los otros industriales, el agropecuario y el de servicios, porque es el capital más abstracto, el que los resume a todos en equivalencia monetaria, la de los billetes y tarjetas magnéticas, un capital liviano de peso, lo que lo hace fácil de cargar para los viajantes. La correlación entre la sofisticación del rubro y la altura del ramo capitalista no es absoluta sino tendiente. El capital agrícola antecede al industrial y éste al de servicios, incluidos los financieros. Tener en cuenta la división al interior de la clase capitalista es necesario para comprenderla, es decir, que el traspaso al socialismo precisa que se la conozca bien.