El capital es ilegal en sí mismo, porque plantea una legalidad incumplible, por lo que tiene de falsa, pero hay un capital que aparenta cumplir la ley y otro que es abiertamente delincuente, que es el de los negocios ilegales para la moral dominante, el de la prostitución y el narcotráfico, así como el comercio de órganos y de esclavos. Los primeros son condenados por su relación con los placeres, en tanto que los siguientes por su abuso de clase, ya que los padecen los más sometidos.