Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Los humanos somos primates, con una reflexión sobre el antropocentrismo y el carácter corporal del alma

Está confirmado por la zoología que es así. Lo dice la definición de “primate” en Wikipedia. En la del diccionario de la Enciclopedia Salvat dice que los homínidos son primates, y los humanos somos homínidos. Los primates se dividen en dos subtipos, los estrepsirrinos y los haplorrinos. Dentro del primero están los lémures y los loris, y en el segundo los tarseros, los monos, los gibones, los simios grandes y los humanos. El término “primate” es cuestionable, porque Carlos Linneo lo acuñó para referirse a los primeros en una jerarquía interespecista en la que la humanidad era considerada la cúspide, pero la relación zoomórfica entre la humanidad y los restantes primates ya fue comprobada, por lo que se nos considera miembros de un mismo subgénero de especie animal. Eso no concluye el debate, pero lo enmarca. Está bien utilizar el término “primate” para los humanos si se entiende que esa primacía se refiere a la semejanza especista con los otros antropoides y no a una bondad superior de la humanidad.

Es imposible que la humanidad no haga definiciones antropocéntricas, porque nuestra comprensión responde a nuestra animalidad, que se basa en nuestros cuerpos, que son humanos, pero el antropocentrismo debe ser corregido en lo que se equivoque. El antropocentrismo no debe suponer que la humanidad sea ni el centro del universo ni la especie más importante de la Tierra, pero nos es inevitable conocer la realidad desde la perspectiva de la humanidad porque somos seres humanos, e incluso, siendo humanos, el conocimiento que construimos se falsea por las diferenciaciones interclasistas y por las subdiferenciaciones más particulares, pero no se puede pretender que cada quien juzgue desde otra perspectiva que no sea la suya, porque cada quien sabe lo que sabe por ser un ser individual, a la vez que el aprendizaje es social y que el saber tiene que ser bueno para con los demás posibilistamente, y algo análogo sucede con las otras prácticas. La humanidad es la especie terráquea superior, en el sentido de que es la predominante, pero eso no implica que sea mejor que las demás, de igual modo que la clase dominante humana no es mejor que la clase dominada: nada más que se impone, es mejor para la finalidad de imponerse, pero en realidad ni siquiera es buena. Hace bien algunas cosas, pero buena no es, por las que hace mal. Asimismo, la relación que la humanidad entabla con las especies dominadas por ella puede desmalarse, ya que para mejorarse tendría que ser buena, y no lo es en gran cantidad, pero ese desmalamiento está impedido por nuestro sistema productivo, y no quita los buenos tratos que las otras especies reciben de parte humana, en tanto que la humanidad no maltrata siempre a sus especies dominadas.

Los humanos comprendemos la realidad con eje en nosotros mismos, pero eso no es malo en sí y nos es inevitable. Nuestra materialidad no nos es escogible, no somos almas encarnadas, que podríamos irnos a depositar en un ser vivo de otra especie. Somos cuerpos animados, y nuestro alma se conforma corporalmente. La psiquis depende de la conformación orgánica, y se origina cuando el organismo empieza a percibir su entorno. El alma surge con la percepción. Los animales y los vegetales tenemos psiques, e incluso los hongos, y no sé los microorganismos, como las bacterias, los virus y las células. La idea de que el alma predomina sobre el cuerpo tiene origen religioso, porque supone que primero dios se creó a sí mismo, como un ser puro, antes de que hiciera a la materia, lo que hace dar por sentado que las almas son anteriores a los cuerpos.