Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 27 de septiembre de 2016

Para el balance de la industria cultural capitalista

Hace unos años, cerca de 2000, antes de que Alfredo Lagos, alias “Fredy”, o “el Bacino”, se fuera a vivir a España, nos juntamos con él y con el Colo, llamado Pablo Medvedeff, y con otra gente, a festejar en la quinta de la abuela Beba. Fredy y el Colo habían sido compañeros de la secundaria en el colegio marista de Mar del Plata, y cuando terminaron el Colo se fue a la Universidad de Córdoba, donde militó en la Franja Morada de parte del alfonsinismo, pero después vino a Buenos Aires y se juntó con Fredy, que estudiaba Relaciones Internacionales con Daniel Alvaro en la Universidad del Salvador. Eso habrá sido entre 1996 y 1999. A la mañana siguiente de una noche de joda, Fredy, el Colo y otros más salieron con su automóvil Suzuki Swift, que el padre le hubo regalado una vez que vino a visitarlo desde las islas Canarias, donde tenía unos hoteles, después de muchos años sin verlo, e iban a hacer las compras para el almuerzo, que debía ser un asado, no me acuerdo. Lo que sí me acuerdo es que tardaron mucho en volver, más de lo que les hubiera demorado normalmente hacer la compra, y que al regresar me dijeron que, como vieron que una de las calles que se toparon se llamaba “Del cielito”, a Fredy, que fue el baterista líder de Pacta Sunt Ser Banda, donde tocamos con Federico Ferme, que hasta el año pasado daba clases en la cátedra de Carlos Savransky, se le ocurrió que como en esa calle estaba la compañía Del Cielito Records también por ahí estaría la casa del Indio Solari, el cantante de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, así que me tuvieron esperando su regreso porque se pusieron a buscar la casa del Indio Solari.

Ayer salí a andar en bicicleta por el fondo de Villa Udaondo, en el partido bonaerense de Ituzaingó, y me encontré un pasacalles para el Indio Solari, de lo que deduje que viviría por ahí cerca. Así que, enternecido por los buenos deseos expresados en el pasacalles para con el cantante, ahora que tiene el mal de Parkinson, salí hoy para sacarle una foto y publicarla en el blogspot. Cuando llegué para ahí había, además de unos obreros apisonando el camino de tierra con cascotes, dos personas trotando, una de las cuales era una gordita bastante atractiva, y el otro un chabón. Después de habérmelos cruzado, ya me había detenido frente al pasacalles, y en eso se me acerca el chabón, que además de zapatillas, pantalón y remera de gimnasia tenía unos anteojos negros de marco dorado, y se me puso a hablar, diciéndome que desde hace doce años que iba a recorrer la zona para encontrarlo al Indio Solari, que en 2005 se metió furtivamente en su quinta cuando abrieron el portón, y que unos patovicas lo sacaron por la fuerza y le dieron una golpiza. ¡Pero después de eso el tipo siguió llendo, hasta 2016! Dijo que una vez lo fueron a esperar el día de una votación, y que lo acompañaron desde el colegio en que votó hasta su casa, o que no salió, algo así. Habrá habido veces en que no fue a votar para que no lo molestaran los fanáticos. El muchacho este era un maestro de Vicente López, que se fue hasta Ituzaingó porque hoy hay paro docente, y él y su amiga se hacían los trotadores para que no los echara la policía, cosa que ya les debe haber sucedido antes. Me contó que los fanáticos hasta hicieron un sistema de vigilancia, en el que se situaban en las esquinas contiguas a su casa, para precaverse de que el Indio se les escapara o de que los expulsara la cana.

A mí los Redondos de Ricota nunca me gustaron mucho. Tuve una grabación en cassette de “La mosca y la sopa”, pero los tuve que escuchar muchas veces aunque no quisiera, y con el volumen fuerte, porque la gente utiliza los equipos de música sin preguntar, y les ponen el volumen que se les canta, y como se hacen los pesados no lo bajan a pedido. Así que entre eso, el oscurantismo, la defensa hipócrita del kirchnerismo, la apología del uso desmedido del aire acondicionado y la rudeza de los fanáticos, les dí poca importancia, aunque la sonoridad de sus canciones me gustó, y no digo de las letras porque nunca las entendí bien. Son medio crípticos. De los Redondos tampoco me gustó algo que es común a las bandas rockeras, que es que se profesionalizaron, fueron inmersas en la división social del trabajo, y entonces el rock se privatizó, se metieron en salas de ensayo y estudios de grabación, con todo el aparataje eléctrico, lo que les hizo abandonar las plazas y dejar de priorizar los encuentros comunes de cantar y bailar, por lo que se metieron en el modelo de recitales masivos y pagos, cosa que aparejó una distorsión en la socialidad barrial, y el sistema de idolatría a las estrellas musicales que oprime a los rockeros, que tienen que andar lidiando con los fanáticos sin poder criticarlos para que no los molesten con sus deseos insensibles, de sacarse una fotografía o pedirles autógrafos sin que les importe cómo están o si tienen ganas de prestarse para eso. Tienen que aparentar estar bien y ser buena onda para que no los traten de antipáticos, cosa a la que los managers los obligan, porque si no los difamarían en los medios de comunicación y eso les mermaría las ventas. Es evidente que el Indio Solari se hartó de los fanáticos, por lo que me dijo este muchacho que merodea su casa desde hace doce años, y ese es sólo uno de los miles que tiene, pero no les puede ser sincero y los tipos le salen con insensateces incluso ahora que tiene mal de Parkinson. Y no obstante, les voy a publicar la fotografía, porque no es cuestión de renegar del sistema, sino de superarlo, ya que bastante permitió gozar también. La industria cultural capitalista concentra la producción lúdica en pocas personas, la privatiza, y, además de aparejar el sistema de las ganancias capitalistas, obtura la socialización del juego, que queda como cuestión pendiente, para bien de los bailarines pataduras, las cantantes desafinadas, los instrumentistas inexpertos y las estrellas musicales, los plomos y demás.


Los defensores del modelo rockero vigente me podrán tratar de ortiva, pero no se harán cargo de que algo le habrá molestado el pasacalles al Indio Solari, lo mismo que los fanáticos, porque, en tanto que es un ser humano, debe querer estar tranquilo y tener relaciones sinceras, en que pueda darse a conocer verdaderamente, no sólo como un artista famoso, y de acuerdo a su sentir y a su salud.

Después que se disolvió Pacta Sunt Ser Banda, Fredy, Fede Ferme y otros tres chicos, Romina, Andrés y Diego Nudelman, formaron la banda de pop naif, medio nihilista y medio alegre, y psicodélica, llamada Fracpoper, que después se separó. La madre de Fredy, que le decíamos Marilí, y él, vivían en un fraccionamiento trasero del palacete que hubo sido de Agustín P. Justo, sobre la calle Olleros entre Cabildo y Luis María Campos, en Belgrano, porque ella hubo sido pareja de Oscar Lescano, si me acuerdo bien, el ex dirigente del sindicato de Luz y Fuerza, que era el dueño del inmueble, del que luego rememoro que la echó con un juicio.