Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Tarea para el hogar, y pensamiento sobre el narcotráfico y el lavado de dinero

Con la propagación del tráfico de cocaína en los últimos 30 años, algunas personalidades públicas adquirieron el hábito de consumirla. Una de las características de esa droga es que su aspiración nasal frecuente causa picazón en la nariz, por lo que quienes tienen el problema del exceso de consumo se la rascan, incluso cuando salen por la televisión, así que un ejercicio divertido es el de descubrirlos: se los ve, ahí, mientras que les pica y tienen que hablar de otras cosas, como queriendo disimular la rasqueta, cosa que es imposible, pero el asunto se complica porque a veces la gente se la rasca por otras causas.

La cocainomanía es un problema serio, al que tenemos que abordar desde una política social porque la prohibición impide que el gobierno eduque para el consumo racional y garantice la venta controlada de productos de calidad y la fiscalización de las cantidades en circulación y de los impuestos correspondientes, de igual modo que reirse de la gente que padece dependencia está mal si es cruel, pero no si es solidario y si esa risa no les hiere.

La legalización de las drogas prohibidas está impedida por la iglesia. En Occidente, las iglesias católica y protestante no aceptan ni a la marihuana ni a la cocaína, por lo que presionan a los gobiernos para que las mantengan proscritas. Los argumentos sobre su toxicidad o sobre el alto nivel de dependencia fisiológica que generan son malintencionados, porque el vino y el tabaco están al mismo nivel en ambos rubros, y sin embargo se los acepta. En Argentina la cocaína era legal hasta los años treinta del siglo pasado, y fabricada por el laboratorio Merk, por lo que se le llama “merca”. Como sucedió con la mafia del whisky en los Estados Unidos, la violencia del narcotráfico sólo puede ser erradicada con la legalización, porque las organizaciones de narcotraficantes tienen mucho dinero para sobornar a policías, militares y juristas, lo que hace que falle la persecución armada y judicial, y eso no dice nada de la contracara del negocio ilegal, que es el lavado de dinero, hecho por los bancos y con los paraísos fiscales, y su reinversión en megaemprendimientos capitalistas, como los shoppings y las demás construcciones con estética sofisticada, como la posmoderna, que no serían rentables si no se financiaran con dinero del lavado. En Oriente y el resto del mundo debe pasar algo similar.

En Argentina, la industria de la vitivinicultura tiene una relación estrecha con la iglesia católica, no sólo porque el vino es visto como una bebida sagrada, la llamada “sangre de Cristo”, sino también porque los dueños de las empresas que lo producen suelen ser fieles adscriptos a ella. Se nota en la profusión de santos en las marcas de los vinos, o en las biografías de los empresarios, algunos de los cuales apoyaron a la última dictadura, como los Graffigna. El caso del tabaco es diferente, porque no está en la Biblia, pero sé que los Piccardo fueron católicos practicantes en general, por lo menos en algún momento de su historia familiar, de cuyas primeras dos generaciones a partir de la fundación de la tabacalera sé poco. Tenían este mozaico en una de las galerías de su quinta:


A la fábrica la fundaron ahí por 1904, y a la quinta la compraron por 1945.