Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 13 de septiembre de 2016

Un alivio la muerte. En recuerdo del tío Quico

Hay gente que se asusta cuando piensa en morirse. Dudan de si el alma se les va a ir al infierno, o al purgatorio, y de qué sucedería entonces. Los católicos conservadores piensan íntimamente así, y hay más creyentes en esa mentira. Los ateos no sabemos lo que es vivir con ese terror, que pesa en la conciencia cuando aflora, y aflora cuando se lo recrea, en las misas, en las charlas, en la televisión o lo que sea: la socialidad humana tiene ideas falsas de lo que le pasa al alma cuando se muere, por lo que quienes las prosiguen piensan mal qué será entonces de su alma. Para la gente que se pasa la vida así, y encima acosada de rica, con deberes maritales recurrentes, teniendo que pagar impuestos a diario, pendiente de la evolución del mercado y de las finanzas mundiales, con las pugnas geopolíticas, y tantos cargos más de conciencia y responsabilidades, la muerte es un alivio. Terminan de hacerse problema, y de tener culpa por hacerle mal a los demás. Lo que pasa es que otros creyentes en eso quedan vivos, y siguen con la tortura psicológica de la culpa, cuyo origen no comprenden bien, porque están tratando de compatibilizar sus ideas fidentes con la realidad, lo que les tara la práctica, ya de por sí algo fallada por la violencia. A eso el ateismo lo debe asumir. En tanto que haya fieles, la humanidad será muy violenta, y eso es malo hasta para ellos. La hipocresía capitalista es responsabilidad del proletariado también, porque el proletariado, al saber hablar, es responsable de lo que omite decirle a la aristocracia, pero el proletariado es de fidencia democrática en general, así que el ateismo está más solo en eso, pero el ateismo es verdadero, y su idea sobre la muerte también lo es, por lo que a la clase creyente le conviene saberla, ya que así se ahorrarían mucho miedo. Por eso es que la democracia cristiana es inválida, decir lo cual no es de mala onda. No critico al cristianismo para molestarlos. Exigir la deposición de la creencia, sea la que fuere, es para ayudarlos a vivir como se debe y como les gustaría vivir. La resolución de este postulado es incierta. La humanidad cree en dioses desde la época primitiva, pero para el socialismo esa es una tarea impostergable, porque le molesta la mala práctica. Eso tendría que ser reconocido mundialmente, y en particular en las universidades. ¿Pero quién discutiría la existencia de los dioses al eclesiado? ¿Y a los fieles y creyentes? Los fieles a veces son asalariados, y del proletariado asalariado alto. El fideísmo es proletario, de proletariado fino, o sea que malo, así como el proletariado asalariado medio y bajo fía también. El pietismo popular es proletario, y también le falla la práctica, porque la creencia es la forma popular de la fe, no obstante lo cual tienen algo de razón cierta. Hay un conocimiento humano comprobado, pero no basta, no alcanza para que cunda el amor bueno en la socialidad de las personas, que ese es uno de los objetivos incumplibles del socialismo. La filosofía de la práctica es para eso, para que la humanidad sepa vivir agradablemente, y eso es el vivir bien del que hablan los pietistas pobreros, como lo son los franciscanos y los jesuitas, a quienes les falta reconocer muchos de sus errores, porque son intelectuales religiosos, y defienden al capitalismo, que es el sistema de acumulación económica aceptado por la iglesia, no sólo la católica, las protestantes y la cristiana ortodoxa, sino también el islamismo que cubre todo el África sobre el desierto del Sahara hasta cerca de China y la India, y migró mucho a Europa, en tanto que el cristianismo protestante es la religión oficial de los estados descolonizados de Oceanía, así como las islas del sureste asiático tienen religiones, y está el judaísmo, las dhármicas, el taoísmo, el pachamamismo y las animistas, como el umbandismo, que tuvo pesadillas escabrosas, por esos mitos terroríficos de que un brujo les comía el alma, o las venganzas telepáticas, tan feos como las fantasías apocalípticas ultraderechistas. En cada país hay muchas religiones, y hay pujas por el dominio de la práctica social porque las iglesias pretenden ordenarla, igual que hacen los capitalistas, que son devotos cumplidores en general, en el sentido fallado del cumplimento pío, el mantenimiento de la doble moral, que no es burguesa, sino capitalista, en tanto que el proletariado urbano es burgués popular, como lo es el empresariado proletario, al que también le falla la práctica porque es creyente y porque es empresarial privado. Asumir y defender al proletarismo empresarial no implica dejar de criticarlo, y son proletarios en lo que lo son, cosa que su propietarismo les contraría, porque la tenencia de las propiedades interrumpe la familiaridad social. El exceso propietarista que caracteriza al régimen de producción compulsiva, rompe la socialidad, es de lesa sociedad, porque las personas se tienen que ocupar de propiedades más de lo que quisieran, en desmedro de aquella, y con ellas nos conducimos mal. Las propiedades son las cosas fabricadas, en cuya hechura participa mucha gente, y algo de mala manera. Todas las cosas que tenemos los humanos son fabricadas violentamente; fabricadas, transportadas, comercializadas, colocadas, utilizadas, descartadas y degradadas, lo que pasa es que la violencia es una característica del modo de vida vigente. Así que la muerte es un alivio para los que se mueren, que no tienen que sufir miedo, ni pérdidas, ni desamores, ni desazones, ni reclamos sindicales, ni judiciales, ni hostilidad, y la vida continúa para quienes siguen vivos, cuando se muere el alma. Escribí “reclamos judiciales” porque es parte de la historia, entre otros, de seres humanos considerados ricos, que es parte de la historia de la humanidad. A eso el cientificismo no lo puede negar. Ese es un bache del socialismo, la negación de la oligarquía, la negación a comprender su historia, porque el socialismo se basa en el reconocimiento de la verdad, y la historia de la oligarquía es real, es parte de la realidad, no sirve ignorarla, porque hacerlo malogra la política. No digo su historia económica, política, o de esas, sino la intimidad de la oligarquía, que es horrible. La oligarquía sale en las revistas de moda y la gente común se piensa que viven de maravillas, cuando su vida es deplorable. Es desfachatada, pero hasta algunos de los populares se piensan que habría que vivir así. Les envidiaron el encanto, la salud y las pertenencias, que no es que no los tengan, pero están llenos de traumas históricos, secretos, tramoyas, artimañas, toda una cotidianeidad de mentiras y manipulaciones, que el pueblo no reconoce del todo bien, dentro de lo que se podría saber, y las chicas finas viven desconsoladas del choque que les hace ir viendo cómo las fantasías bonitas que les enseñaron en los colegios de monjas son una quimera, y sin poder verbalizarlo fácil, lo que se replica distinto en las otras clases sociales, en tanto que el proletarismo transclasial se expresa críticamente, lo que es insuficiente, porque el avance histórico está mal ordenado, va falseado. La cuestión para la crítica es qué obrar para acertar lo debido la comprensión humana, y si es posible acertarla. ¿Es posible acertar la comprensión humana? Me lo pregunto porque la humanidad es algo decepcionante, cuando no quiere aceptar la verdad. A veces la acepta, pero le falta, y se niega incluso en cosas ya demostradas ciertamente por la ciencia, como que el universo no se creó en siete días. Ya se sabe que tardó millones de años en ser lo que es, y que se sigue recreando. No es que de la nada, en siete días, se hizo el universo tal cual es hoy y después pasó miles de millones de años, hasta ahora, estanco, sin cambiar, como un ser absoluto e inmutable en que se repiten ciclos internos sin que cambie en su transcurso. El universo muta, muta siempre, desde el big bang que fue hace cerca de 13 mil 700 millones de años, en caso de que esa teoría, bastante comprobada, sea verdadera, y si no muta igual desde hace mucho tiempo a la vez que se expande, cosa que siguió haciendo tras el equivalente en segundos de siete días ˗en ese entonces no había días porque no existía el giro sobre sí misma de la Tierra en torno del sol, y de hecho tampoco los segundos, que son una categoría inventada por la humanidad, pero transcurría el tiempo˗, pero eso a los muertos no les importa, porque ya se murieron. Es a los vivos a quienes nos importan los muertos, porque son parte de nuestro pasado, hicieron a la historia que vivimos ahora, aunque casi siempre los olvidamos. No hay que vivir acordándose de los muertos, se los olvida mucho, y después se los recuerda otra vez, para hacer el balance del pasado humano para pensar en lo que se debe hacer a futuro. Los humanos y los otros animales hacemos eso también.

Al respecto se puede leer la definición de “Big bang” en Wikipedia, algunas de cuyas partes me son incomprensibles. Existe, en contraposición a la teoría del big bang, la teoría del estado estacionario, de James Hopwood Jeans, quien fuera un agnóstico británico de la Sociedad Real, aparte de las tesis creacionistas religiosas. Si para sostener la teoría del big bang hubo que hacer muchos estudios de física, astronomía y cosmología, y aún así es discutible, no cabe que a la cuestión se la defina mediante la creencia en la leyenda de que dios lo creó en seis días, primero a las estrellas y los planetas, después a las plantas y a los animales, y después a Adán y de su costilla a Eva, de la que deriva el segundo nombre de Eva Duarte, ¡y el primero fue el de María!, lo que engancha bien con la idolatría que le hace el pueblo cristiano argentino. El creacionismo pietista, sea católico o no, es incompatible con la cosmología científica, aunque coincidan en algunas cuestiones, porque ella es agnóstica, y ya refutó a varios de los mitos de los libros tenidos por sagrados, que contienen relatos verídicos sobre la historia humana antigua, como la de la civilización egipcia, el origen del judaísmo, del islam y demás, cuyo análisis ignoro. No leí la Biblia ni el Corán, por lo que no podría comparar sus relatos con la historia de la antigüedad humana en torno de Jerusalem, a la que tampoco conozco tanto.

A este pensamiento lo hice recordando a Luis Enrique Garat, el tío Quico, un terrateniente de Castelli, provincia de Buenos Aires, que fue amigo de Jorge Rafael Videla y presidente de la Junta Nacional de Carnes durante la última dictadura militar argentina, cuestiones por las que yo casi que no tuve relación con él, pero lo conocí. En los términos del familiarismo legal, es mi tío abuelo por parte de madre, al haberse casado con Chichi, hermana de la abuela Beba. En términos congenéricos, es un abuelo de los tantos. Además de todas las críticas que haya que hacerle, también habrá que reconocer que una parte de la alimentación cárnica de la nación se debió a su labor empresarial, además de la hecha por los asalariados, y eso no impide reclamar por la reforma agraria. Una crítica justa debiera reconocer los pesares que sufrió y las causas que lo indujeran a sus prácticas malas.