Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 22 de octubre de 2018

De la democracia ficticia

La democracia supone el gobierno del pueblo, lo que en el liberalismo se busca mediante el sufragismo pluripartidario y en el comunismo con el unipartidista. Ambos casos son de democracia ficticia, porque no es el pueblo el que gobierna, sino los representantes electos, lo sean de manera directa o indirecta, y esto puede darse con variantes más y menos restrictivas o abiertas. La idea de que es el pueblo el que gobierna a través de sus representantes es una ficción jurídica.

En este sentido, cabe definir como seudo-democráticos tanto a los gobiernos liberales como a los comunistas, ya que en ambos hay sufragio popular, pluripartidario en los primeros y unipartidista en los segundos, pero los gobiernos no son el único factor de falencia, porque los pueblos también son fideístas y téicos, así como fueron bastante procapitalistas en sus opciones electorales. El hecho de que al gobierno votado se lo tome como detentador de la voluntad soberana da cuenta del fetichismo gubernativo. Así como en economía prima el fetichismo de la mercancía y en la sexualidad el del mito cuernero, en la ciencia se da el idealismo teísta, en moral la doctrina religiosa sobre el pecado y en política el fetichismo sufragante, que hace pasar a los gobiernos como buenos representantes de la voluntad política internacional.

En los países liberales se da una dictadura capitalista, en la que el capitalismo está garantizado por la constitución, con seudo-democracia polipartidaria, en tanto que en los comunistas hay una dictadura seudo-proletaria, de capitalismo progresivo, con seudo-democracia unipartidista, equiparando la democracia al sistema en el que el pueblo vota a los gobernantes. El voto marca la pauta de la falsedad del sistema porque implica que no se asumiera bien al problema de la representación crédica, que está en la base del orden jerárquico, aquél de ideología sacerdotal. El fideísmo social indica lo aparente de este método. Entonces, la atención del fideísmo debe ser priorizada, pero además habría que lograr que el sistema fuera una dictadura proletaria, de legalidad prosocialista, con sufragismo polipartidario y cuestionamiento al teísmo.

El liberalismo y el comunismo suceden entrecruzados, ya que la historia humana es conjunta, por lo que tienen elementos comunes bajo un predominio mundial tanto fidente como teísta y capitalista, en cuanto que el materialismo, el ateísmo y el socialismo son secundarios, así como terciarios el agnosticismo y la ecología. Esto implica que la apariencia gnoseológica, el fetichismo de la mercancía y la falibilidad gobernante se den en los dos primeros grupos de distinta manera, algo similar a lo que sucede en el inestable bloque socialdemócrata y en el liberalismo proteccionista, de igual modo que en los cuatro varía la relación entre la propiedad privada y la pública. Esta es una contraposición dialéctica, entre el fideísmo materialista liberal y el verismo hipotético comunista, que tiene variantes centristas en ambos lados, las del liberalismo heterodoxo y la socialdemocracia, y que requerirá de buena síntesis.

Una cuestión transitoria importante será la de que el empresariado, el privado en primer lugar y el estatal en segundo, asuma bien al materialismo, ya que es necesario que comprenda bien a la realidad para que mida bien su desempeño.

En síntesis, los regímenes políticos actuales son dictaduras seudo-democráticas, ya que las constituciones garantizan el predominio del capital privado en el liberalismo y del público en el comunismo, a la vez que incluyen mecanismos de representación social en gobiernos subordinados al marco principal, que son defectuosos por esto y por sus otras fallas, que responden también al fideísmo y a la desidia política de la sociedad, pero aún así también implican un beneficio histórico mejorable.

Lo ficticio, etimológicamente, remite al fingimiento. El capital ficticio finge aportar a la producción económica necesaria con la idea de la reinversión, que es cumplida en montos menores.