Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 22 de octubre de 2018

Del privilegio a la abstracción en las ciencias más teológicas y de la abstracción en el materialismo

Las ciencias más influidas por la teología, es decir, las más teístas, aquéllas cuyos miembros adscriben más a la creencia en dioses, suelen privilegiar a lo abstracto por sobre lo más concreto, en tanto que las corrientes científicas más ateas se inclinan a lo más concreto, en desmedro de lo abstracto, que en verdad es una forma elaborada de aquél. Lo abstracto es concreto, porque toda materia es concreta y todo lo que existe es material, así que su dicotomía es falsa. Lo concreto y lo abstracto son dos tipos de materia, y lo abstracto es siempre concreto, en tanto que no a la inversa. Existen cosas concretas que no son abstractas, pero no al revés. Lo abstracto es refinado, es materia abstraída de lo más concreto y procesada mediante su apropiación, pero no por ello deja de ser materia. Es la materia transformada por los vivientes, y más transformada según sea más abstracta, pero existe la mala abstracción, por lo que lo abstracto no es siempre mejor que lo más concreto. Lo abstracto es una elaboración de los seres vivos compuesta por las cosas de que se la compuso. Es lo apropiado, pero la apropiación puede ser algo mala. En términos sociales, como a la apropiación la guía la ideología, que es subjetiva en los pensamientos y se plasma objetivamente en mensajes, orales, gestuales y escritos, sean éstos jurídicos, económicos, políticos, periodísticos y demás, la calidad de la ideología es definitoria para la calidad de la producción del género, por lo que la crítica de la ideología se torna necesaria para la buena supervivencia de la naturaleza. Cabe decir que la producción humana será mala y buena en tanto que la especie entienda bien y mal a la realidad.

Las formas mentales son abstracciones de la materia más maciza que se dan en el cerebro por medio de la sinopsis neuronal, y recrean de acuerdo a los sentidos a la materia externa, en una representación que no es necesariamente una réplica exacta de la realidad exterior, sino que combina a los elementos objetivos con los que son subjetivos, las formas que suceden en el sistema nervioso, que es el alma, donde se da nuestra percepción sensible, parte de la cual es la inteligencia. La objetividad del conocimiento es la representación mental del mundo exterior a nuestra mente, que sucede según lo captan los sentidos y se lo piensa en el cerebro, antes de volcárselo en expresiones comunicativas. El conocimiento es necesariamente algo objetivo, porque todo saber contiene elementos de la realidad externa a la psiquis, así como el cerebro y su actividad se hacen a partir de la materia ingerida por el organismo, además de que se lo plasma en objetos percibibles, como los gráficos, por lo que el debate sobre la objetividad del conocimiento está algo mal planteado, pero el saber también es subjetivo, ya que su lugar de creación es la psiquis, a la que pertenece la mente, por lo que es ideológico, esto es, que responde a ideaciones creadas y adquiridas por seres cognoscentes, las que se les transmitieron mediante la enseñanza, a la cual conocieron por haberla experimentado. El saber no tiene que ser ni subjetivo ni objetivo, ya que es tanto uno como lo otro, pero sí debe ser verdadero, debe dar cuenta de la realidad importante para la vida del género en primer lugar, y del resto de la naturaleza luego, en lo que habría que ordenar bien las prioridades. Más que verdadero el saber debe ser bueno, a lo que se debe medir según la calidad de la naturaleza terráquea, que es incidida por nuestra producción.

La teología fue muy subjetiva porque a la especulación sobre los dioses se la hizo en fantasías internas, ya que a los dioses no se los observó en lo objetivo. Se los alucinó en el sueño y la vigilia, se creyó que se manifestaban en episodios extraños, sin que se los constatara con certeza, y se miró a objetos fetichizados, por lo que la teología centró su atención en lo subjetivo y las reliquias, los libros sagrados en particular, siempre con algo de objetivismo, pero con uno que es algo mal interpretante, no sólo respecto al teísmo sino también en referencia a la política y la economía, a las que se entendió en términos serviles a la aristocracia, la oligarquía y el oligopolio, los regímenes más acordes con la canonización sagrada principal, que dominaron sobre esclavos, siervos y asalariados. El canon religioso secundario amplió el registro hacia lo bajo por ser más popular, pero sin superar la mistificación, por lo que en términos políticos y económicos reprodujo al fetichismo, sea el del voto o el de la mercancía, lo que implicó un progreso válido pero insuficiente para la buena existencia de la especie, así como marcó la persistencia de la clase dominante en el liderazgo social, compuesta en contradicción con la dirigencia materialista desde 1917, que reproduce la maldad teísta como mala práctica atea, aunque habría que evaluarla bien. Ambos grupos conceptivos deben corregirse en algunos temas, así como tienen sus méritos. Más importante todavía es la conciencia proletaria, porque es la de la base social, y también se divide en religiones y relacionamientos ateos, que se dan entremezclados, así como el materialismo predomina en estos últimos y es menor en los primeros, pero la mayor parte del proletariado cree en dioses, lo que fetichiza su comprensión de la realidad y su práctica política, así como da cuenta de su fidencia, pero eso no le quita su bondad.