Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 26 de octubre de 2018

El peronismo debe ser destruido bien

En tanto que es fidente, religioso y capitalista, el peronismo, así como las restantes políticas de esta calidad, merece ser bien deconstruido, lo que implica que se lo juzgue con sus pros y sus contras y que se lo transforme en una forma más buena, que debiera ser suficiente. Las políticas socialistas también requerirán de reformulaciones para sus malos aspectos, dados en parte por provenir de la religiosidad y de la fe, lo que redunda en procedimientos análogos de adoración personal, como el del culto a los líderes que sucedió en la URSS y persiste en Cuba, China, Corea del Norte y Vietnam, o mismo a los pensadores, a los que se les dedicó estatuas, pósters y obras de arte, una especie de santificación, como la que se le hizo a Lenin en su funeral. En el peronismo esto también sucede porque es católico en primer lugar, aunque alberga al cristianismo místico y a ateos y agnósticos. Entonces se le da una tendencia a la entronización de las autoridades, a la justificación por los pareceres y a la imposición de facto, de forma ruda, de las cuestiones. Como responde a un dogma clerical, cuestionado desde una posición laica, su materialismo es incierto, de lo que se le dificulta comprender y enfrentar bien los problemas, algo caóticos e inasibles, y relativos a otras concepciones, que a su vez obedecen a dogmas y a ideas algo equívocas y mal intencionadas.

Que el peronismo sea bien destruido debe implicar que se lo supere bien, es decir, de un modo que sea justo con los peronistas, lo que en concreto daría tratamientos diferentes según la condición de cada cual, pero además eso tendría que concordar con una transformación general de las concepciones políticas, ya que el fideísmo es general, y ser humilde, porque la humildad es necesaria para el buen juicio, que puede desembocar en sentencias condenatorias. El daño como criterio de justicia es injusto, por lo que habría que buscar otro, o por lo menos aspirar a medirlo bien. Con la pena sucede igual, lo que se repite en el punitivismo. El derecho religioso se basa en el sistema penal, es decir, en el establecimiento de penas para los delitos, en una lógica similar a la del castigo de los pecados, porque es su sucedáneo laico: es una idea que supone que a los comitentes de malas conductas hay que apenarlos para que el displacer que se les infrinja los conmine a abstenerse de repetirlas, lo que no siempre sucede porque la doctrina del pecado es algo antinatural, de lo que exige comportamientos que no se corresponden con la naturaleza humana, o es cuestionada por lo que tiene de errada, a lo que no se corrige como se debe por la obstinación dogmática y otras causas, haciéndole perder legitimidad. En tanto que la ideología que guía a los dogmas no sea verdadera lo que debe ser, la gente les desobedecerá algunas veces, lo que pasaría menos si aquélla fuera buena lo necesario para la existencia bien acordada de la especie.