La sobreproducción contraría al poliamor, porque trauma a los hombres impidiéndoles ejercerlo como más lo desean, lo cual responde a la ley constituida, causando que la cópula social sea violatoria en exceso y menguada, el coito es mísero y amable como la sociedad, lo cual obstruye la salvación verdadera, que es la de lo orgiástico bien ordenado, para lo cual la economía debe ser menos pecadora, menos apropiante, e incluir bien a toda la especie humana, que es mucho más grande que nunca y consume con la potencia de la revolución industrial, perfeccionada hasta lo magnético. La buena resolución de la culpa humana depende de que ejerza bien su apropiación, y ello de la veracidad de su forma de pensar. La buena libertad sexual de los sacerdotes será necesaria para la emancipación social bien ordenada, por lo que sus prejuicios inciertos deberán ser bien discutidos, como aceptadas sus buenas verdades. De no darse, no sería completa, y entonces se deshonraría, lo que prima por la religión oficial, sea de las instituciones republicanas o no. Que la fornicación humana sea honrada es un objetivo del socialismo, aunque lo traicione hasta mal y en gran escala, porque la producción actual es de masas, como así la violencia sexual, de la que nadie está exento, de cometerla y de sufrirla, la que se manda desde ideas sobre el deber ser que obedecen al relato social sobre el origen del universo, que es debatido entre posturas críticas cuyos adeptos se pelean entre sí hasta la muerte, que hacen a la guerra actual, en varios lugares del planeta. La humanidad no resolverá bien su violencia sexual hasta que no resuelva bien su concepción teológica, que depende de un buen acuerdo sobre la idea de dios, de qué es, de su inicio y de la historia de todo, que tiene que reconocer bien su límite cuando no sabe, sin dar por cierto de acuerdo a la confianza, a no ser que sea buena, pero ¿cómo evaluarla bien? ¿Cómo saber si se tiene buena fe para dirimir bien un tema? A veces se cree que se la tiene, se imponen los proyectos por la fuerza de la técnica y resulta que no la había, por lo que habrá que descubrir cómo reconocer que se la tiene. La imposición del proyecto propio no indica siempre mejor razón, sino sólo una ganadora, cuya calidad no es buena en sí: cuando es de mala ganancia, su éxito es falso y dura de conservar.
La violencia, en sí, es un forzamiento, o sea, que no se la debe inhibir del todo, pero tampoco hacérsela mal. Recusarla en absoluto es un error, pero también plantear una maligna, y ni proponerse la buena basta para alcanzarla, ni para mantenerla, por lo que siempre hay riesgo de violentarse mal, de lo que a veces se cae en ello, y entonces la sociedad lo juzga no del todo bien mientras decae, en tanto que su hacer la daña para mal. Expande su imperio mientras que sufre por su mala práctica, en tanto que no reconoce del todo bien lo que importa de la realidad para su buena supervivencia. La actual es una época de supervivencia humana indigna, con una producción excedida y que rinde mal, porque alcanza bien para pocos, a veces demasiado bien hasta la hipertrofia, mientras que la mayoría carece de muchas faltas: se fabrica de sobra y no alcanza, o alcanza mal, lo que tiene consecuencias fatales que se extienden en masa por el cuerpo social.