Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 18 de junio de 2019

Especulación ilusoria, e incompleta, sobre cómo debiera alinearse el socialismo en los países liberales

En un partido socialista, con distintas líneas internas, diferenciadas entre las interesadas en participar en el gobierno y las desistentes, que serían las anarquistas, quedadas en la base social y convocando a votar por los candidatos de izquierda, así les odiaran, a sabiendas de las penurias aparejadas por el conservadurismo popular y el liderazgo del capital privado, o preparando huelgas generales, necesarias para las reformas sociales y la constitucional, porque la política socialista se discute más durante las manifestaciones. Entre los leninistas, los trotskistas y los bernsteinianos se tendrían que poner de acuerdo para competir en las internas con los partidos progresistas de credo teísta, que tienen mucho más apoyo popular que los ateos. Habría que coexistir en crisis, forzando la transformación de acuerdo a la voluntad popular, bastante errática y de derecha también por el rol de los medios de comunicación privados, que sobre el ecumenismo cristiano impulsan al liberalismo ortodoxo. Algo así es necesario para estabilizar un bloque progresista, condición para la fase preparatoria de la transformación constitucional y para la supervivencia proletaria, pero eso está impedido, entre otras cosas, por nuestras razones rudas, en parte provenientes de nuestros propios errores y en parte potenciadas por los golpes de la derecha, como lo ha de ser la perversión ideológica inserta por los infiltrados de las agencias de seguridad presidenciales, muy ligadas al capital privado desde su conformación burguesa, con estrategia militar de guerra imperial, que conoce los antecedentes bélicos de la conquista de América, en que los católicos españoles enemistaron a las naciones indígenas entre sí para debilitarlas y vencerlas, y eso es una pequeña parte de la ciencia militar aristocrática. En otro tanto se da porque el bloque progresista tiene que sostener al capitalismo liberal, ya que sin cambiar la ley suprema no se lo puede deponer, es decir, que hace falta un modelo de capitalismo heterodoxo que facilite el arribo a una situación revolucionaria, estimable de acuerdo a las reivindicaciones de las masas. El capitalismo es como la religión en que depende del proletariado. Si el proletariado lo sostiene, entonces rige, aunque también se apoya en la violencia armada y en sus demás bases. Es una elaboración social, aunque esté coercionada desde arriba, porque la sobredeterminación sucede a la determinación desde abajo, de la cultura proletaria, que es muy religiosa, es decir, bastante conservadora en materia social, destartalada y propensa al fetichismo económico. La lentitud proletaria para la revolución en parte viene de ahí, de su adhesión religiosa, que tiene cariz político y que es influenciada por el periodismo, pero también responde a que desconfía del socialismo, por sus propias fallas e incoherencias y porque la derecha le magnificó sus crímenes, que son equiparables en ambos bloques.

Sería un frente de dos grandes grupos: uno socialista y otro liberal alterno, el del liberalismo populista, como la democracia cristiana, que existiría imperfecto, insoportable e insufrible, desesperante, entre medio y bastante falso, por la mala racionalidad popular y la vigencia del capital monoteísta, pero que podría habilitar socializaciones hasta intermedias en el corto plazo, y abrirle camino a las más grandes, dependientes sí o sí de que el proletariado las demande abiertamente, ya que es el sujeto que las tendría que concretar en las empresas. Mientras tanto no se puede, esto es, que la evolución de la socialización de las propiedades discurre por sendas menores, de acuerdo a la conciencia contradictoria de la especie, plasmada en la ley y que es la que guía a la conflictiva práctica social.