Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 3 de junio de 2019

De la relación entre la caza y la mistificación diabólica

Los humanos somos una especie heterótrofa, es decir, que se alimenta de otros seres vivos, así como del aire y el sol, a diferencia de los vegetales de savia, que rara vez comen seres vivos: ingieren agua y otros nutrientes de la tierra, así como reciben la luz del sol y absorben dióxido de carbono, el gas de la combustión, sea la de nuestras células, que se expele al expirar, o la de la quema de restos fósiles, como la leña, el carbón, el gas y el petróleo. Al pelarse y afilarse las ramas largas con piedras lascadas, la especie consiguió un arma muy importante para combatir a los otros animales pedestres, o mismo para pescar y atacar a los pájaros, la lanza, que se combinó con el arco a flechas y que fuera antecedida del uso de palos y piedras, lo que, sumado al dominio del fuego, permitió vencerles mucho, de lo que la caza pasó a ser mucho más favorable a la humanidad de lo que fuera antes, en los estadíos antropomórficos previos, en que los primeros antropoides se enfrentaban a sus rivales sin esas armas, de lo que la competencia alimentaria tenía resultados más parejos, e incluso desfavorables para los antropoides: nos ganaban los grandes felinos, los osos, elefantes y peces grandes, los cánidos, los herbívoros mayores, como bisontes y gacelas, hasta los porcinos, y así. Entonces, a partir del uso del fuego y de la fabricación de los palos, luego refinados con punta, a los animales de carne roja se les ganó mucho, matándoselos y comiéndoselos casi siempre, de lo que se produjo el abuso en la ingesta de carnes de pescados, aves, cerdos, cabras, vacas y demás, algunos de los cuales tienen cuernos. La mitología diabólica recrea ese horror, que asocia las brasas con la transustanciación en los humanos de los animales con cuernos, vinculada a su ingesta, pero no es una solución verdadera, que pasa necesariamente por el buen orden social del género, a su vez dependiente de la buena conciencia, de lo que distamos bastante. La demonización es como un autocastigo subconciente que la humanidad se da a sí misma a consecuencia de lo malo de su superioridad genérica, que no basta para solucionar bien el tema, entre las que las especies animales de cuernos prevalecen relativamente sobre sus inferiores, también horrorizadas por su deglución, que se replica hasta los seres vivos más inferiores en la cadena trófica, al mismo tiempo que se replica entre las clases sociales humanas, en que las pobres demonizan a las ricas como forma deformada de la lucha de clases, pero esa no es la única forma que adopta: hay muchos modos de demonización, algunos como parte de la lucha de clases, en ambos sentidos, también de arriba hacia abajo por sostenerse en la ingesta de animales asados conexa a los relatos crédicos de la historia, y otros como parte de la lucha por la justicia especista, que es la que busca someter a la humanidad a una predominio bien medido sobre los otros géneros vivientes, cosa que depende no sólo del socialismo y el comunismo, sino también de la ecología, que encima debe ser buena, igual que aquellos dos. Eso no puede darse bien sin la adecuación exacta del gobierno, que se plasma en la ley.

No debe ser obligación ser coherente con la propia prédica, o al menos quizás no debería ser una obligación absoluta, porque individualmente no podemos controlarnos del todo bien, porque el autocontrol es social. El individuo, al vivir en sociedad, practica lo que haga según acuerdos decididos con otras personas, lo que implica que para que el autocontrol individual sea exitoso debe existir un autocontrol social suficiente, que tendría que fundarse en el relato verdadero de la historia, que es uno. No hay muchos relatos verdaderos de la historia. Los relatos que hay son algo verdaderos y algo falsos, ni del todo falsos ni nada verdaderos, cada cual con sus características, pero nuestro pasado es uno, averiguable en lo que sea importante para la emancipación humana, tampoco necesariamente buena. Que la humanidad averigüe lo debido para relatar bien su propia historia es necesario para la liberación, no sólo de la especie sino de la naturaleza entera, pero eso requiere poner en cuestión a las propias certezas, por lo que tienen de aparentes. Son cosmovisiones tenidas por verdaderas sin que lo sean del todo, a veces con supuestos verdaderos, que aunque sean ciertos no fueron averiguados bien, eso porque aún no reconocemos bien la diferencia entre lo que nos parece y lo que es verdad.