Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 21 de junio de 2019

La guerra árabe-israelí como continuación de la rivalidad antigua entre arios y semitas

En ella sucede un conflicto bélico entre judíos y árabes, de clivaje ariano, que ya no son mitraístas sino musulmanes, o sea, que son descendientes de conversos medievales que profesaban el antiguo mitraísmo, el cual se recluyó en la India ante el avance musulmán, que llegó hasta lo que era Persia, en la expansión que hacia el este transformara al mundo árabe hasta España. El islamismo es ariano, es decir, que es profesado por descendientes de las culturas hititas, casitas y mitanias, que adoraban a Mitra al igual que las del Indo y el imperio romano, pero que lo reemplazaron por Alá al encontrarse con el abrahamismo. Los mahometanos son descendientes abrahámicos de la zona de intersección entre las culturas afro-arábigas y las indoeuropeas, es decir, que son mestizos, pero se identifican del lado árabe, del lado tigreufrático, enfrentado al nilense, el de los semitas. Luego del nazismo, la confrontación antigua entre arios y semitas se trasladó a Palestina, centro de la guerra árabe-israelí, y se compone con los estadounidenses, que son tanto germánicos como protestantes, es decir, arianos anglosajones, de ritos paganos, que se judeocristianizaran en la edad media; los rusos, eslavos católicos, también descendientes de bárbaros convertidos; la arabia musulmana del lado palestino, y China y la India haciendo lo suyo, la primera de gobierno comunista ateo en una nación también religiosa y la segunda con el hinduismo de socialismo nacional. Jerusalem es entonces el punto de encuentro entre dos macro-culturas, las semíticas y las arianas, fusionadas en el abrahamismo mahometano, por lo que ahí hay un conflicto inter-civilizatorio muy intenso, que refleja las tensiones religiosas no resueltas de la antigüedad, de índole cultural lítica, que se fueron complejizando durante el transcurso de la edad media y de la modernidad hasta ser lo que es hoy, durante lo cual siempre tuvieron un trasfondo agrícola, industrial y de servidumbre obrera, con acumulación de distintas clases de valores, no sólo los monetarios, de acuñación metálica, sino compuesta con objetos sagrados, obras de arte, símbolos de estatus, prendas de vestir, vehículos, habitaciones y demás, que hicieron a las disputas interpersonales de cada edad, en y entre todas las clases, exasperadas en la cúspide social por el exceso de atención a lo alto aparejado por la jerarquía, demasiado concentrado en la superestructura, que es la de los edificios más caros.

Las civilizaciones actuales son consecuencia de las de la edad media y de las de la antigua, por lo que se les dio un juego teísta que atraviesa a las demás instancias sociales.

En la edad antigua hubo las grandes culturas afro-arábigas, centradas en el Nilo y en el Mar Rojo, a las que se les dice afroasiáticas, y las indo-europeas, ambas intersectadas en el Oriente Próximo, donde estuvo Babilonia, sitio de encuentro de gente con lenguajes muy distintos.

El islam combina a los dos grupos macro-civilizatorios, porque es árabe tanto como judaico, en cuanto que reconoce a la zona de Judea como lugar sagrado, pero con la estirpe de la región hasta la cuenca del Tigris y del Éufrates. De allí que trocara a Mistra por Alá, voz de pronunciación semita, de la zona nilense. Hay un enredo teológico internacional que hace al fetichismo de la mercancía y que tiene un nudo fuerte en el cruce entre las culturas del Nilo, por un lado, y las del Golfo Pérsico, el Indo, el Danubio, y la costa mediterránea, que fue el de los fenicios y el de Babilonia, con la incomprensión mutua por multiplicidad de lenguajes y con la Torá antes que la Biblia y el Avesta, los tres previos al Corán y al Mahabharata. Por la existencia de los ríos Jordán, Nilo, Tigris, Éufrates e Indo, antes que el Ganges, y por el agua del este mediterráneo, que después fuera el centro de la tierra conocida por la cultura dominante ahí en ese entonces, en esa zona entre África, Europa y Asia se toparon esas grandes culturas antiguas, con la mezcla cultural que eso trajo, siempre jerárquica, especializada y dividida en clases sociales, con sus caracterizaciones deificantes correspondientes y relativas.

El culto a Mitra, un dios del sol, fue el principal credo pagano de la edad antigua, centrada en las culturas agrícolas del Indo, las tigro-eufráticas, las danubianas y las mediterráneas, que lo enaltecieron como el más importante dentro de una prédica politeísta, proveniente del animismo primitivo, persistiendo como el Dios bíblico con el avance de la edad media, ya no remitido al sol sino al cielo, desde que el imperio romano se convirtiera al cristianismo, con los antecedentes abrahámicos semitas, que venían de las culturas afro-arábigas, las de la voz hipotética "dyéu", de otro culto politeísta al sol. Esto podría implicar que la modernidad no encontró todavía con qué nuevo culto reemplazar al medieval, de monoteísmo creativo, es decir, el que supone que al universo lo creó un único dios, del que se derivaron luego dos grupos de dioses menores, que sigue siendo un politeísmo, ya que se cree en varios dioses, pero que presume que hay uno principal, lo que antes, con el culto al sol, también sucedía, pero más al modo animista, con una jerarquía menos vertical. El culto al dinero no suplanta al religioso porque es económico, pero entonces la sucesión tiene que hacerse de verdad, con el reconocimiento verdadero de lo que son los dioses y la historia completa, en lo que no hay consenso. El relato verdadero de la historia debiera ser formulado más en términos simples que complejos, porque aquellos son más fáciles de enseñar.

A pesar de esto, no hay que sobrestimar a las dimensiones étnica, lingüística y religiosa, sino que se las debe componer bien con la política, la economía, la estética y demás.