Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 14 de junio de 2019

La lucha de clases se expresa en la política liberal como enfrentamiento entre monoteísmos populistas y privatizadores

¿Qué quiero decir con esto? Que en las repúblicas liberales, sean judeocristianas o musulmanes, o mismo en la india si lo fuera, los partidos populares contienen a proletariados fieles con versiones de economía protectora del mercado interno, así como el empresariado capitalista se apoya más en los privatizadores, que también tienen mucho apoyo popular, según colisiona la hegemonía del capital con las aspiraciones de los pobres para salir de la miseria sin superar el marco general del sistema, acechado además de por el nacionalismo por los otros focos de tensión. El nacionalismo falsea la coexistencia internacional por privilegiar a los grupos que lo adoptan por encima de la buena concordancia del conjunto, cosa que genera peleas que le impiden alcanzar su meta, que es la dicha de su propia nación. Entonces, para lograr lo que quiere, el nacionalismo debe ser internacionalista, esto es, comprender el lugar del país propio en la historia buscando bien, a largo plazo, su disolución en la comunidad internacional, que debiera ordenarse bien para vivir bien, para lo que necesitará asumirse y admitirse bien a sí misma.

Las repúblicas comunistas y la India, de socialismo nacional predominantemente hinduista, al darse mezclado con otras religiones, no son liberales aunque sean capitalistas, ya que están sometidas al predominio capitalista internacional, que lleva a que en ellas se imponga el capitalismo alternativo, más centrado en el capital público pero también mixturado. La tolerancia pluripartidaria es un rasgo secundario del liberalismo, inferior a la prevalencia del capital privado, ya que se permite la participación de varios partidos en el gobierno bajo una ley que le asegura primacía, de rango superior al presidencial y parlamentario, que es la de las asambleas constituyentes liberales. El cambio del sistema mayor precisa de la reforma de la ley suprema, a su vez dependiente de frentes partidarios populares muy amplios, que serían atacados con mayor sofisticación por la aristocracia y que tienen defectos internos que dificultan su buena composición.