Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 5 de enero de 2018

De la falta de predisposición a la autocrítica en el progresismo latinoamericano

La poca autocrítica es un problema en general, y en particular lo es en el progresismo latinoamericano, en todas sus variantes, tanto las llamadas reformistas como las denominadas revolucionarias, y hayan sido o no partícipes de los gobiernos del ciclo populista decaído en los últimos años, con el triunfo de Michel Temer en el golpe gubernamental brasilero como expresión máxima del proceso degenerativo. Las personas podemos ser bastante reacias a la autocrítica, porque ésta hiere nuestro orgullo vano, pero, en verdad, la buena autocrítica hace bien. Un problema es que solemos confundirla con la auto-culpabilización, porque la tradición de la crítica está muy influenciada por las iglesias, lo que implicó que en las religiones castigantes adoptara un cariz punitivo. Entonces, se debe rechazar a la mala autocrítica, y aceptar a la buena, que nos hace sentir bien y nos permite resolver bien nuestros asuntos. Otro tema es el del análisis del propio orgullo, que es necesario para mejorarlo, ya que el orgullo personal es preciso para vivir pero puede tornarse malo.

El gobierno de Dilma Rousseff se impuso electoralmente con mucha debilidad, por la costumbre de la nación brasilera de votar por partidos de entre la derecha y el centro-izquierda. El PT, que es de centroizquierda porque es socialcristiano, tuvo que aliarse con el PSDB para ganar, un partido socialdemócrata corrompido, que aún así consiguió muchos votos, y cuando no votaron a esta alianza los brasileros lo hicieron en general por peores opciones, lo que da cuenta de que la politicidad de la base social es bastante endeble. En los otros países suceden cosas parecidas. Por eso es que la izquierda suele perder, además de por sus propias faltas políticas, que suelen ser menores a las del común de las naciones. El caso peruano da cuenta de lo mismo, con gobiernos en general deplorables, pero que lograron varias veces imponerse en las elecciones sin haber hecho fraudes notorios en el recuento de votos. La derecha puede ganar elecciones y ya lo hizo muchas veces, con resultados legítimos, obtenidos mediante votos sinceros de habitantes empadronados, a los que se engañó con promesas electorales y manipulación ideológica, en el marco de la distorsión conceptual crédica. Es una defraudación electoral legal, que es inmoral pero legal, porque la ley avala ciertas inmoralidades.

Falta asumir que como las constituciones son derechistas los partidos progresistas, cuando logran ganar las elecciones, llegan en general debilitados por el escaso margen de las victorias y quedan sometidos a legalidades procapitalistas y religiosas, lo mismo que a la hegemonía social de la clase dominante. Hasta que la izquierda no dé cuenta de este problema el análisis le fallará, y por ende la estrategia.