Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 27 de febrero de 2018

¿Qué es provocar? A propósito de la técnica provocante heideggeriana

Provocar es evocar para actuar, lo que se hizo con la boca. Tiene el sentido chicanero, de meter cizaña para desatar una respuesta que conlleve a la pelea, sea del tipo que fuere, y en la tradición institucional fue la de incitar a pelear verbalmente, a la disputa discursiva. La tecné provocante heideggeriana no tiene este sentido, sino el del olvido de los dioses de la mitología griega antigua, la de los poetas antecesores a la ciencia académica. La crítica de Heidegger a la técnica moderna no tuvo un sentido pacifista, sino cuestionador de la modernidad, pero de un cuestionamiento trucho, ya que su propuesta se redujo al rencantamiento del mundo poético de los héroes del Peloponeso. Dedicarse a reverenciar a los semidioses de la antigüedad clásica helénica es una actividad vana y privada, propia de malos egoístas, que se enaltecen por hacerle culto a dioses raros, como si eso los hiciera mejor personas que el común de los creyentes. La técnica moderna obviamente es algo mala, con consecuencias estrepitosas, pero no es toda mala. No me queda claro qué es lo que Heidegger quiso decir al adjetivarle lo de provocante, porque no se refirió al uso guerrero de la técnica, ni tampoco al hostil. Las referencias históricas en lo poco que leí de su obra son muy escuetas, pero tampoco sus seguidores dan buenas explicaciones, ni menos propuestas superadoras de los bretes actuales. Más bien están entre escondidos y promoviendo que reviente todo, o adoptando izquierdismos tímidos, bajo el celo de los fanáticos derechizados, o enmarañados entre libros largos e incomprensibles, a los que cada tanto se les entienden las ideas, sin que se les pueda por eso captar su sentido global. La crítica queda implícita, por lo que no se la conoce bien, y sus aspiraciones traidoras permanecen ocultas. El discurso heideggeriano defrauda porque es disimulado, es difícil de comprender. No se explicó de modo fácil de entender, lo que hubiera hecho quien quisiera darse a conocer con buena intención, cosa que demuestra su mala voluntad. Después de las aberraciones que cometió durante el nazismo lo bueno hubiera sido que hiciera una autocrítica pública exhaustiva, que le hiciera justicia a sus propias víctimas. Eso es lo que le hubiera cabido a un hombre honrado. En vez de eso, tenemos una crítica que da mucho trabajo estéril, horas de dedicación a un discurso que sirve poco para enfrentar los problemas del presente, porque no se refirió a los concretos de su tiempo, sino que los aludió con figuras poéticas, lo que fue irresponsable porque los perjudicados por la violencia de entonces necesitaban buenas asunciones con urgencia, no juegos de palabras, encima largos.

Provocar es buscar pelea, ser buscapleitos, pero esa no es su única acepción, que puede ser la de hacer evocar, o la de convocar a la acción. Lo principal de la provocación es la voz.

La buena voluntad de Heidegger es pasible de ser puesta en duda, y en tanto no se sepa que la haya tenido su obra no debe ser seguida: se la debe mantener bajo observación hasta haberla entendido bien, para lo cual hay que saber qué proyecto político tuvo. Cabe alertar de su filonazismo probable.


Anexo

 No me queda claro si la meditación que propuso Heidegger apuntó a adorar al politeísmo griego anterior a la fundación de la Academia, al zoroastrista o a ambos. En algo tuvo buena razón, por los desmadres tecnológicos, pero no le veo mucho más buen tino a su obra, aunque la leí poco. Me manejo con tres libros suyos, algunos apuntes y su biografía de dos enciclopedias.