Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 18 de febrero de 2017

Keynesianismo y corrupción, con nota sobre la desocupación mercantil

El lavado de dinero empalma bien con el capitalismo, en sus dos versiones, tanto la ortodoxa como la heterodoxa keynesiana, porque el capital derivado de los negocios ilegales, que son enormes, de los más grandes del mundo, incluyendo al narcotráfico, el tráfico de armas y la trata de mujeres y niñas, además de la fuga para la evasión impositiva, tiene que reintroducirse en el circuito financiero legal, y para eso apela a algunas de las grandes obras, sean de infraestructura o de índole privada, como los hoteles, los shoppings y los casinos lujosos: la arquitectura posmoderna se financió bastante de esta manera, toleró al lavado con poco cargo de conciencia. Entonces, este capital ilegal provee los sobornos y parte de la inversión que aquéllas conllevan. De allí que el modelo progresista tenga esta falta grave, porque al adoptar el keynesianismo, que contiene al imperativo de generar puestos de trabajo aumentando la actividad productiva, sus adeptos tienen que aceptar las grandes inversiones de capital, sin importarles que sea legal o no, e incluso el legal es cuestionable, porque se basa en la mala legalidad vigente. Esta falsa solución les veda la posibilidad de efectuar la reducción de la desocupación salarial mediante las medidas del programa socialista, como lo son la reducción de la jornada laboral, el reemplazo de maquinaria innecesaria por mano de obra, la reforma agraria y demás, como la renta básica universal. En realidad, nunca hay desocupados, porque las tareas domésticas y el autoempleo no remunerado son ocupaciones: lo que hay son desalariados, o desingresados, trabajadores sin salarios, o gente sin ingresos, o con ingresos mermados. La contracción económica causa desalarización y desingresación, por los trabajadores que se quedan sin empleo remunerado y por los empresarios que quiebran. Es la desocupación mercantil, porque lo que se pierde con el deterioro del mercado interno son ocupaciones mercantiles, tanto asalariadas como empresariales.

La politicidad religiosa incide en el tema central de este comentario porque impide la legalización de las drogas prohibidas, en simultáneo a la presión de los narcotraficantes, que no están aceptadas por los libros tomados por sagrados, y en el caso de la prostitución causa una reprobación social al comercio sexual que lleva a las víctimas de las redes de trata de mujeres, y de niñas y niños, a la marginalidad.

No obstante, el lavado de dinero es sólo uno de los tipos de corrupción keynesiana. Hay más, como la aceptación de la explotación, el abuso de las poblaciones para el cumplimiento de metas programáticas opresivas y otras cuestiones así. Entiendo a la corrupción en una doble acepción, en general como la maldad, porque, al ser mala, a la gente se le corrompe su buen sentido moral, y en particular como la falta a lo que tiene de bueno la ley vigente. La corrupción es muy frecuente, y todos los humanos somos corruptos de distintas maneras, o sea que es un tema que hay que abordar con madurez, no desde posturas idealistas que suponen que el que está en falta es el otro mientras que uno es un inmaculado, pero hay corrupciones de distinta gravedad, y se debe intentar superarlas. Además, cada cual de las distintas concepciones del mundo vigentes la entiende de diferente manera, de acuerdo a sus preceptos, cosa que dificulta los debates destinados a enfrentarla.