Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

viernes, 10 de febrero de 2017

Dos acepciones omitidas para el totalitarismo

El totalitarismo puede no ser un sistema que pretenda controlar rigurosamente desde una instancia superior a la totalidad de la vida social, sino uno atento a ella, pero hasta ahora los que hubo fueron de los primeros. Tendría que ser un democratismo totalitario, en el sentido de integral, y de mandato laxo, al que le haría falta una reforma constitucional que propendiera a la socialización del gobierno. En las democracias representativas los gobiernos no fueron totalitarios, pero el control de la vida cotidiana se hizo en parte desde el estado, con la policía, encargada de la preservación de las consideradas buenas costumbres, y en parte con la iglesia, que tiene una tradición milenaria de ordenar las prácticas íntimas y que define lo que se entiende por aquéllas, y a la cual está subordinada la policía, de lo que dan cuenta los crucifijos de las comisarías, a los que también los hay en los tribunales y hospitales. La pretensión de regular integralmente la vida social en los estados pietistas es efectuada por las instituciones de gobierno y por las iglesias, conflictiva y provisoriamente, pero como son liberales en algunos temas son permisivos, pero en otros no, y además esa regulación en ocasiones pretende ser repetida por los fieles laicos, cuando éstos adoptan el rol pastoral predicado por los sacerdotes. Es un totalitarismo moderado y a veces tolerante con las disidencias, y bastante injusto: el totalitarismo de la constitucionalidad liberal.