Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

sábado, 18 de marzo de 2017

La sensación de la opresión

Lo que más se destaca de la opresión es su aspecto dominativo, cuando las personas más poderosas someten a las menos poderosas y las obligan a hacer lo que quieren, pero la opresión también tiene una sensación correspondiente, que es la de una angustia asfixiante, como si el pecho se estrujara por dentro, y un brillo seco y rabioso en el interior del cuerpo, que se corresponde con el nerviosismo. Debe provenir de una reacción glandular, porque el cuerpo interpreta a la situación de sometimiento e intuye la pena subsiguiente, de lo que, instintivamente, reacciona generando hormonas desagradables, toxinas, y de una contracción muscular, ya que los músculos se tensan de la bronca, y presionan a los huesos. La bronca de la opresión se nota en la postura corporal porque los sentimientos asociados a la vivencia de la situación generan respuestas fisiológicas que se plasman en el aspecto del cuerpo y en la manera de llevarlo. La expresividad corporal es material e histórica, depende de nuestra animalidad y de nuestra historia, no se da en el vacío, cosa que a veces suponen las concepciones comunicativas relativistas, o las idealistas. Pretender que no hay relación entre la práctica corporal y el resto de la historia conduce a que algunas de las maldades sean consideradas como locas, como acciones anormales que no se sabe a qué responden, por lo que fueron tomadas por causadas por los espíritus, los demonios, la maldad intrínseca de la gente y así, cuando en realidad tienen causas averiguables, entre las que están las ideas dioseras y la maldad personal, pero no son las únicas, y el juicio tiene que ser más resolutivo y comprensivo que acusatorio y apenante. El problema con esto es que a los crímenes atroces suelen subyacerles los defectos naturalizados del sistema social, que son defendidos por los acusadores y que son difíciles de hablar. Entonces, los oprimidos por esos defectos, se enojan, mucho y reiteradas veces, y como no pueden verbalizar las razones de su enojo, o si las verbalizan éstas no son tomadas en cuenta, porque sus interlocutores no están dispuestos a cuestionar sus prejuicios, ni los modos dominantes que se les corresponden, en casos extremos los oprimidos responden muy violentamente, como en los femicidios, o en los linchamientos, o en las trompadas en general, a otra violencia que permanece sin ser reconocida por la sociedad, o que si es reconocida no es abordada debidamente, porque su abordaje implicaría confrontar a instituciones más sólidas y a quienes las apoyan.

La opresión no es sólo clasista, ya que los miembros de la clase alta también la padecen, pero, en términos clasistas, existe la opresión productiva dominante, que es la ejercida por la clase dominante, y que se complementa conflictivamente con las otras opresiones. La opresión capitalista es la de la clase dominante, pero la opresión idealista es ejercida por todas las clases cuando sucede, aunque suele tornarse más estricta en el idealismo superior, cosa que no quita que la opresión de las clases inferiores pueda ser muy terrible.

Un mal juicio que tenemos que superar es el de que los humanos somos pulsionales mientras que los otros animales son instintivos. No sé bien cómo es el asunto, pero sé que los otros animales no son autómatas en la obediencia a sus impulsos genéticos, o a sus reflejos condicionados.