Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Este es el título de la nota

Con lo del fetichismo de la mercancía, Marx intuyó la relación entre el pietismo y el capital, sin adjudicarle carácter religioso explícitamente. El mercantilismo es teista porque Mercurio es considerado el dios del comercio, a la vez que a un planeta se le puso ese nombre. Los planetas del sistema solar tienen nombres de dioses. Júpiter fue un dios, como Saturno, Venus, Marte, Urano, Neptuno y Plutón, algunos de los cuales inspiraron nombres de los átomos, como el uranio y el plutonio. Están en la tabla periódica de los elementos. La historia religiosa atraviesa a la humana en general, y con sus subproductos, es una práctica interpuesta a la propietaria, que se confunden de hecho, y se diferencian también, articulándose en el gobierno y en la ley, como lo es históricamente, mucho de lo cual no se puede averiguar porque el privatismo es cerrado, pero se le puede dar a conocer. También hay un privatismo popular, que es cuando las personas del pueblo se apartan en sus propiedades, que es parte de la historia humana, privatismo que fue creyente, en mucho, pero no dominante, ni capitalista, al que se puede criticar. El privatismo tiene origen en los conventos, que fueron de las primeras instituciones en que los sacerdotes y sus aprendices se apartaron, e hicieron a la teología y a la filosofía, a la filosofía teológica, y en los pueblos hubo estudiantes que fueron a las universidades teológicas, así que estudiaron en sus casas durante los recesos, como lo hicieron los de las escuelas estatales, lo que fue un apartamiento menor de su lugar y de sus comunidades de nacimiento, pero el privatismo permitió a la comunicación entre personas nacidas distantes unas de las otras, porque los medios de transporte privados los facultaron para viajar lejos. El privatismo no es malo en sí, y el capitalismo supone un privatismo mayor al popular, que demanda mucha mano de obra, porque para apartarse a los lugares privados a éstos hay que construirlos y mantenerlos, así como hay que hacer con los medios de transporte para llegarles, y con los lugares públicos, apartados, en algo, de la naturaleza extrahumana, o puestos en relación con las otras especies desde la civilidad, o desde la ruralidad propietaria, ya no salvaje y más elaborada que la bárbara, que requiso la instalación de muchas propiedades, y por ende su fabricación, transporte, tributación, legislación y comercialización, todas esas prácticas para el civismo, a las que hicieron humanos, y les gustó, pero también reventaron, o fueron asesinados, o reprimidos, en las maniobras militares para la consecución de las materias primas y de la fuerza de trabajo requeridas por la industria, que al haber seguido la lógica imperial capitalista presionó a los gobiernos para que los ejércitos les aseguraran el acceso a los recursos terráqueos para su transformación en propiedades, porque el comercio se transa en moneda y el capital se mide en números monetarios, cuyo aumento requiere del intercambio propietario. El comercio es el relacionamiento mercantil, una relación teista sin credo, en tanto que no hay creyentes en Mercurio en el comercio, pero sí un intercambio propietario monetarizado, cuyo sostén requiere de esfuerzo sobrante. La práctica monetaria cansa. Sea la de la fabricación, la de la legalización, la del control fiscal, la de su intercambio, la que la delinque, la de su desecho o la de su enjuiciamiento, requiere de esfuerzo prescindible, así que los humanos no podemos considerarnos inteligentes para vivir bien, por la maldad humana, que no es inteligente, y el teismo mercantilista es un resabio de religiosidad depuesta, pero que replica el dualismo entre la idea y la materia en la propietarización humana, al haber separado al bien apropiado en valores de uso y de cambio. El dualismo del valor reprodujo al dualismo religioso, le metió un régimen de conceptividad abstracta a las propiedades fabricadas, pero el valor de cambio también es material, al hacerse los cálculos financieros de materia imaginaria mental y al requerir las finanzas de monedas, bancos, computadoras y así: es la materialidad abstracta, que es material aunque sea abstracta, una abstracción concreta, e histórica, pero que hace mal, porque está mal hecha, es de un sistema mal funcionante.

En realidad, es el dualismo religioso el que primero replicó al comercial, al ser la religión más refinada que el comercio, y luego lo reforzó, haciendo que el desarrollo del dualismo sea conjunto, pero con primacía determinante de la economía a la religión, porque la práctica para la subsistencia es previa a la idiomática, a la que ésta requiere: la religión es posterior a la creación de los idiomas. En el proceso evolutivo antecesor al humano, los primates anteriores a nosotros, tuvieron lenguaje e ideas, por exclamar sonidos con la boca y pensar, e hicieron prácticas económicas, la de la recolección y la caza, pero fueron preidiomáticos, tuvieron idiomas simples, no complejos, que suponen un lenguaje de ideación más abstracto, y antes de ese estadío los antecesores de los primates tuvieron una fisiología apta para nutrirse pero sin pensamiento lógico, porque las primeras células generadoras de la animalidad no tuvieron cerebro, ni lengua.