Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 1 de noviembre de 2016

¿Qué socialdemocracia debiera ser? ¿Y qué democracia?

Cuando dije que habría que ser socialdemócrata no quise decir que haya que meterse en un partido socialista, ganar las elecciones y ejecutar un plan de gobierno proteccionista tal como los que fueron hasta ahora, o someterse al mandato del capital financiero, como se lo hizo desde el neoliberalismo privado. Aquella es la versión de la socialdemocracia posterior a la segunda guerra mundial, pero no es la única posible, y estuvo coercionada por el orden social capitalista. Por una parte, el modelo que propongo tiene que ser decrecentativo del producto bruto, o sea, disminuirlo, porque, si no, no se puede salir del capitalismo, en tanto que el capitalismo se caracteriza por la acumulación de capital, gran parte de la cual hace a los productos brutos nacionales. Los modelos que postulan superar al capitalismo, o a sus crisis económicas, mediante la creación de más producto, como el proteccionista keynesiano, el comunismo soviético y chino y lo que plantean a veces los trotskistas, llevan a perfeccionar al capitalismo, porque aumentan la producción de capital, aunque sea bajo modelos de propiedad estatal, mixta o social de los medios productivos económicos. En segundo lugar, la socialdemocracia tiene que ser ecologista, y en tercero libertaria. El gobierno socialdemócrata tendría que favorecer las políticas de ayuda estatal a la autogestión social, lo que sería una cogestión sociogubernamental y transitoria de los asuntos comunes, y, además, impulsar una reforma constitucional que habilite a la socialización del gobierno, con las formas intermedias que habría que aceptar debido al peso de las fuerzas conservadoras, algunas de las cuales son proletarias, porque el proletariado naturalizó al sistema de gobierno representativo vigente y porque a veces es conservador. A eso me parece que se lo puede hacer, aunque sea incipientemente, incluso dentro del marco legal vigente, habrá que averiguarlo, y se lo debiera combinar con un proteccionismo reformulado, que incluya a las naciones en sistemas productivos decrecientes pero suficientes para garantizar la seguridad social, uno de cuyos aspectos es la sanidad ambiental, y otro, el consensualismo gubernativo. Ninguno de los dos acrecienta el producto bruto, pero ambos son necesarios para la calidad de la vida social. En particular, el presupuesto estatal destinado a la obra pública tendría que ser dirigido a la ejecución de obras necesarias y que sean reclamadas por los pobladores, ya que las organizaciones que efectuaran los reclamos podrían ser un interlocutor válido para su implementación, que también debiera incluir a otros actores que estuvieran interesados. Las obras industriales, asimismo, tendrían que disminuir el uso de maquinaria pesada y suplirlo por el de maquinaria liviana, aunque las obras tardaran más en terminarse y según fuese posible, porque eso acrecentaría la cantidad de puestos de trabajo y porque la producción liviana es menos contaminante, en el uso de combustible, en la cantidad de ruido, y demás, aparte de que su socialidad es más agradable para los trabajadores, y también habría que contemplar a los reclamos de los habitantes de las inmediaciones de las obras, que son afectados por ellas y que mitigarían la corrupción. Cuanto más privado es un emprendimiento, más riesgo hay de que se corrompa, porque tiene menos control social. El principal problema presupuestario de los estados es el capitalismo alto, porque los grandes capitalistas son los principales evasores, los mayores fugadores de capital, los que propenden a la utilización de maquinaria compleja, que causa el déficit del comercio estatal, y quienes reciben los más grandes subsidios, y encima para industrias con poca mano de obra, contaminantes, concentradoras de la actividad económica, propensas a la peor prostitución sexual y corruptoras del entramado social y gobernante. Un aspecto que tampoco aumentaría el producto bruto, pero que es necesario para la calidad de la vida, es la participación de los obreros y residentes en la elección de las tareas a realizar y en la del modo de implementarlas.

Ordenar bien la práctica de gobierno requerirá reducir la soberbia gobernante, aparejada por la forma del sistema representativo, que supone que los elegidos para el gobierno tienen un voto de confianza del pueblo que los autoriza para ser prepotentes, cosa que también responde a las presiones que tienen encima, dada la violencia política, por lo cual esa soberbia es la consecuencia del modelo de gobierno y de su existencia histórica, pero puede ser aminorada incluso mientras que éste rija, por el estilo personal de los gobernantes, aunque también se deberá modificar al sistema.

Esto, que vale para la socialdemocracia, vale igual para la democracia religiosa y el socialismo creyente, aunque ambos sean menos propensos a la política materialista, por ser teistas, y habrá que aceptarlos en frentes políticos dada la influencia electoral de las iglesias, cuyos fieles suman muchos votos, y en todas las clases sociales.