Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

domingo, 3 de noviembre de 2019

De la hegemonía de izquierda en América Latina

En la entrevista que hoy publicó Página 12, el ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero dijo que en la década pasada el subcontinente tuvo hegemonía de izquierda, lo que es cuestionable. La mayoría de los votantes de la región optó por presidentes y primeros bloques parlamentarios progresistas, pero la hegemonía social no se define sólo por eso, sino que depende de la ley suprema, que salvo en Venezuela, Bolivia y Cuba, si es que no me olvido de alguna que otra, permaneció inalterada, e incluso éstas siguen siendo liberales en que tienen gobiernos tripartitos, una tolerancia religiosa poco crítica y predominio capitalista, aunque con más lugar, dentro de lo subordinado, para el capital público y el cooperativo. Son constituciones impulsadas por partidos socialistas pero que no proclaman a sus naciones como tales, lo que está bien, ya que pocos de sus habitantes son socialistas. La venezolana es de progresismo católico, y la boliviana de uno bi-teísta, al combinar al catolicismo colonial con el pachamamismo indígena en el estado plurinacional, algunas de cuyas naciones se expanden por fuera, en los países limítrofes. En ninguna se postula el agnosticismo téico ni la buena socialización de los medios productivos, pero los partidos que las convocaron sí las quieren, menos al primero que a la segunda, y no siempre bien, sin que haya el interés social necesario para sancionarles como prioridad legal. Para que la hegemonía sea de izquierda la potencia jurídica mayor tiene que ser socialista, algo próximo a que lo sean la mayoría de las constituciones, a su vez muy dependientes del voto popular y el interés proletario. Entonces, lo que se dió en la década pasada fue una hegemonía capitalista con prevalencia presidencial y legislativa moderada, de progresismos tanto liberales como socialistas, entre del centroderecha y la centroizquierda, que incidieron en los poderes judiciales trastocando un poco el orden mayor, que es en el que se basa el capital financiero, centralizado en la banca pública y privada, mixturada y hasta multilateral, con fondos inter-gubernamentales, y las demás asociaciones privadas del rubro, y secundado por las grandes empresas públicas y privadas de las ramas secundarias y primarias, las de servicios, industria y agricultura. La presidencia define la política intermedia dentro de lo permitido por la ley suprema, aunque se la viole mucho algunas veces, ley que le otorga prioridad al capital privado sobre el público y el cooperativo. El corrimiento político de corto plazo, ahora que se retoma un ciclo de mayor progresividad, en el esquema del capital vertical, va de la derecha, que es el liberalismo conservador, al centro, de liberalismo progresista, sin que la mayoría sea socialista aunque aumentaran los votantes socialdemócratas, lo que relega la socialización de las empresas privadas. El centro combina elementos de derecha e izquierda moderadas. Para que la mayoría sea socialista la sociedad tiene que tener más o menos asegurada su supervivencia, ya que el cambio de postura requiere de mucha educación, es decir, que además de asegurarse la vida la sociedad tiene que entender bien la relación entre el modo de gestionar la propiedad y la crisis vigente -ambas relativas al conocimiento de la especie porque éste influye en la práctica más activa, al decidírsela cuando se piensa a partir de lo que se nota de afuera-, para que el planteo de orden político que propone que socialismo cobre buena fuerza social y se imponga bien en las naciones.

Las constituciones mundiales se dividen en liberales y libertarias. Las de izquierda son las libertarias y las liberales son las de derecha. Entonces puede hablarse de que Cuba, Venezuela y Bolivia, aún bajo liderazgo capitalista, tienen leyes libertarias, con sus muchos y grandes defectos e incumplimientos, y el resto de los países, aún con sus reformas progresivas, las detentan liberales, pero ambos bloques se entrecruzan, y de lo que se trata es del funcionamiento conjunto de la especie, aparte de que el bloque liberal tiene grandes méritos, que sin reconocérselos no se lo puede superar bien. Los países liberales, aún teniendo leyes supremas liberales, permiten que hayan presidentes socialistas, que terminan ejerciendo un liberalismo contrariado, el proclamado socioliberalismo, porque le deben obediencia a la constitución: si no la cumplieran se les trataría de delincuentes, teniendo el poder judicial la potestad de disponer del ejército y la policía en defensa de la república en curso, y eso en el marco de naciones muy crédicas, poco aptas para acertar lo suficiente su punitivismo.

El liberalismo socialista, esto es, los gobiernos socialistas asumidos durante la vigencia de constituciones liberales, tuvo dos modelos económicos. Las más de las veces fue proteccionista, pero luego de la caída de la URSS se volvió aperturista, lo que también le sucediera al populismo demócrata cristiano, el que antes hubiera sido keynesiano, que reflejó en occidente la planificación soviética: fue el caso del menemismo y el fujimorismo, dos ejemplos, que se dieran de forma parecida a la socialdemócrata de la tercera vía, la de Bill Clinton y Tony Blair, con políticas populares, hasta socialcristianas, de carácter privatizador, un progresismo afín a la socialdemocracia protestante que priorizó al capital trasnacional, el más conservador. La derrota soviética terminó por llevarse puestos a los partidarios del estado de bienestar, de la socialdemocracia y el liberalismo keynesiano, impactando en los partidos populares y obreros, que cuando ganaron las elecciones aplicaron recetas ortodoxas hasta la siguiente recomposición proteccionista, que no remediaría bien todas las injusticias sociales ni lo completará hasta que se haya concretado bien el socialismo.

En verdad, la dicotomía entre el proteccionismo y el aperturismo también es falsa, ya que de lo que se trata es de modos en general entremezclados, de modelos con núcleos y periferias definidos pero variables, de distintas urgencias primarias y secundarias, que refuerzan y debilitan más o menos a los flujos económicos internos y externos, que también son de clases y calidades diversas. En el liberalismo, pautado constitucionalmente, al priorizarse al capital privado se le da mayor lugar al aperturismo, pudiendo variar su predominio según la política del gobierno votado.