Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

domingo, 1 de abril de 2018

De la falsa dicotomía entre la civilización y la barbarie

Desde Domingo Faustino Sarmiento, presidente argentino entre 1868 y 1874, parte del llamado período de organización nacional, en el que se alambró mucho de las tierras más fértiles de este país, existe el tópico discursivo de la oposición entre la civilización y la barbarie. Sarmiento, como ilustrado burgués, creador del tema desde su libro Facundo, apostó por la civilidad, la de los modales refinados de las aristocracias sobre todo urbanas, o la de sus clases ascendientes, que eran monoteístas universitarios, y capitalistas precursores, o bien aliados menores de ese modelo, los obreros obedientes, modelo que fue y que es el de la inserción argentina en la economía moderna mundial. A esa toma de partido, Sarmiento la hizo en desmedro de lo rural, a lo que menospreció como bruto, por ser rústico. Esa polarización se plasmó, en política, en la contradicción entre los populistas y los privatizadores argentinos, entre los primeros de los cuales figuraron Juan Manuel de Rosas, Juan Hipólito del Sagrado Corazón de Jesús Yrigoyen y Juan Domingo Perón, tres juanes, y a los que se podría agregar a Raúl Ricardo Alfonsín, Néstor Kirchner, María Cristina Fernández y quizás a Arturo Frondizi y a Illia, por haber sido proteccionistas. Entre los segundos estuvieron los presidentes oligárquicos, como Roca, Mitre, Marcelo Torcuato de Alvear, los gobernantes posteriores al golpe militar de 1930, los militares proscriptores del peronismo desde 1955 hasta la dictadura de 1976, Carlos Saúl Menem y Mauricio Macri. A los primeros, en general, se los presenta como más toscos y populares, y a los segundos como más sofisticados y exclusivos. En verdad, la dicotomía entre la civilización y la barbarie es falsa, porque ni todo lo urbano es bueno ni todo lo rural es malo. Las clases populares urbanas son civiles, aunque de civilidad baja y media, y las clases privadas campesinas también son brutas en lo que lo son, y son del campesinado alto.