Entre otras cosas, es para criticarlo bien, porque tiene muchas faltas. Es una obra en proceso, o sea que las notas fueron retocadas, y reiteran varias veces los mismos temas. Para escribirme, hacerlo a juanchaves.baires@gmail.com.

martes, 10 de abril de 2018

El oscurantismo del PJ

Un problema de la propuesta de la alianza con el democratismo pro-capitalista de la mayoría de los partidos religiosos populares es que éstos pretenden subsumir a los ateos y socialistas, a lo que hacen a los golpes, cosa que lleva a algunos, los trotskistas en particular, a exteriorizárseles, sin que el cuestionamiento al teísmo tenga el lugar que debe en el debate político, al suponerse que la deificación y la política son asuntos sin relación entre sí. Estuvo el latiguillo de que de eso no se habla. El ateísmo puede participar o no en los frentes democráticos liderados por el pietismo progresivo, pero tiene que socializar la crítica a los dioses, porque la deificación hace a la conceptividad social que sostiene al capital. La crisis humana será insuficiente para el replanteamiento del orden de la especie si ésta no asume la verdad al respecto del modo propietario, del cual la cuestión teísta es parte porque la ideación es la apropiación mental del mundo. El problema es que los partidos políticos, no sólo los religiosos populares, están inscriptos en la ley vigente, que es la capitalista y que es religiosa en gran parte del mundo, a lo que el Partido Justicialista argentino se subordinó de manera católica ortodoxa, que es la de la derecha pejotista, y al modo heterodoxo, el de su izquierda, por lo que la política del PJ penduló entre el proteccionismo y el aperturismo, más del lado del primero que del segundo en lo ideológico, pero al revés en lo efectivo, porque la constitución es de un liberalismo propenso al capital trasnacional. Durante los gobiernos de Perón la Argentina persistió inserta en el comercio internacional de manera agroexportadora, pero con una industria liviana sustitutiva de importaciones y mejores derechos laborales, lo primero de lo cual fue más de los terratenientes, empresarios agrícolas menores y obreros campesinos, y lo segundo del empresariado, capitalista y común, y de los asalariados urbanos, ambos con sus familiares, casi siempre mujeres, e hijas e hijos, hasta las olas de la revolución feminista, que les permitieron a las mujeres acceder a ingresos monetarios como parte de su liberación incompleta, todavía coartada por la desigualdad sociosexual y la deformación del modelo familiar católico en crisis, entre otros temas. Como partido del catolicismo popular, el PJ intentó ejercer más el proteccionismo que la apertura económica, porque aquél es más popular que ésta, todo en el marco del catolicismo capitalista y salarial de la constitución. El oscurantismo del frentismo democrático, además de capitalista, es el del fideísmo y el del pietismo laico, tanto el ortodoxo, que participó del último genocidio de este país del lado de la dictadura, con el precedente de la Alianza Anticomunista Argentina en particular, como el del popular, que tiene un carácter castigador indulgente, lo que es insuficiente, aunque necesario, pero bien reformulado, para que sea buena la vida de la comunidad humana, a lo que la religión se propone sin lograrlo, entre otras cosas porque pretende coherentizar la búsqueda de la buena vida terrenal con su continuación en la llamada vida eterna, lo que es hipotético y llevó a especulaciones vanas, sin buen sentido para la verdadera vida, que a la vez que igualitaria es la que asume que termina con la muerte. La muerte del cuerpo humano implica la muerte de su alma. En tanto que la humanidad no ordene su vida de acuerdo con la verdad relativa al alma la práctica le fallará más que si hiciera lo contrario, así que ese es un tema ineludible para la ciencia. La desgracia del pensamiento y del resto de la práctica sacerdotal se replica en la economía porque la sobredeterminación ideológica sobre las prácticas motrices, decididas ideativamente, fue falseada por la creencia y sus derivados ideológicos, como lo es el del carácter castigador que el empresariado ejerce sobre sus empleados. El empresariado, al ser mayormente religioso, y someterse a la ley piadosa, tiene que ser castigador, por lo cual sometió a los asalariados a rutinas de mal rigor, a lo que los asalariados repitieron sobre sus esposas e hijos y lo que es general en el funcionamiento social, a la vez que la supervivencia y el disfrute. El castigo que ejecuta el empresariado es el de la generación del valor de cambio. Es un castigo que, al obligar a las personas a rutinas laborales explotadoras, dispone la creación de los productos transables, tanto los agrícolas como los industriales y los serviciales, estos últimos de los cuales existen tanto en la administración pública como en el sector privado. Estos productos se transan comercialmente porque las personas así lo hacemos, por lo que su intercambio sucede mediante el dinero, a veces indirectamente. Por eso es que el castigo social genera al valor abstracto, porque hace trabajar de una forma dura que genera valor de cambio y permite la consecución de dinero mediante la provisión de un bien elaborado, lo que es una réplica de la lógica religiosa de sacrificarse en pos de valores puros, bastante más incrementados en la clase privada, que coexiste con la de la elaboración comunitaria, que tampoco es totalmente opuesta a la mercantilización, y con algo de buena razón, ya que debiera primar el buen mercantilismo como etapa intermedia a la abolición de la mercancía. La apropiación de los objetos que simbolizan al valor abstracto, que son los dinerarios, sucede en concordancia a la divinización social, en la que los pobres suelen ser tratados como los peores diablos o los santos ignorados, la clase media como cornudos egoístas o sacrificados aceptables y la alta como la cúspide del cumplimiento del mandato, a la que le corresponde el premio de la mayor riqueza, mientras que veladamente comete los más de los peores de los crímenes históricos, lo que también la estigmatiza, y severamente, no sin algo de cierta razón. Es un enjuiciamiento falso por lo que tiene de mitero. Un juzgamiento fetichista, algo crítico e inexacto, que puede orientarse a ser un juicio histórico justo, pero que para llegar a serlo tiene que superar cuestiones a las que sus detentadores no quieren asumir.